Cuidar la ropa, el nuevo ritual de bienestar de 2026
El boom de los perfumes para el hogar, las velas y los detergentes de lujo para la ropa ha pasado de pantalla. Si concebir la casa como refugio de bienestar donde suceden cosas muy vinculadas a nuestro estado emocional ha sido una de las grandes tendencias de este año, en 2026, casi con toda probabilidad, asistiremos a lo que podríamos llamar (parafraseando a Anabel Vázquez y María Martínez, cofundadoras de Laconicum) el auge del ‘skincare para la ropa’. Cuidar las prendas que nos ponemos más allá de lavados con mimo y detergentes con olores que despiertan emociones (basta con mirar los lineales de los supermercados para comprobar el furor) va a ser el enésimo ritual de bienestar. Y tiene todo el sentido del mundo.
Primero nos ceñiremos a los datos de venta y luego al análisis (psicológico) de la situación. En Laconicum, el templo español por excelencia de la cosmética nicho, están cosechando muchas alegrías con un producto que no es precisamente un cosmético al uso (aunque puede que lo acabemos concibiendo como tal). Se llama Another Day y es una bruma para tejidos que elimina olores y bacterias, una especie de champú en seco para la ropa, como lo califica Vázquez. Pero no es una bruma cualquiera, porque no enmascara el olor (eso ya existía en el mercado), sino que tiene el valor añadido de atacar, probióticos mediante, a las bacterias que causan el mal olor. No es un quitamanchas, ni un perfume, ni un desinfectante. Es, efectivamente, lo más parecido a un cosmético para la ropa, que la cuida, nos cuida y cuida el planeta, por aquello de que ahorra lavados. Y todo eso también tiene mucho de bienestar.
Otros datos interesantes que refrendan el titular de este artículo tienen que ver con el hecho de que la marca holandesa Rituals cuenta entre sus bestsellers precisamente con una bruma para aromatizar y refrescar la ropa. Así nos lo confirma Jennifer Douville, directora de formación de la firma en España: el refreshing spray de la afamada línea The Ritual of Karma es uno de los productos más vendidos en nuestro país. ¿Los motivos? Además de sus múltiples usos (se puede usar en la secadora, en el planchado o para refrescar la ropa tras su uso) conecta con la necesidad de limpieza que buscamos cada vez más “por esa sensación de verano eterno, fresco y luminoso que queremos dar a nuestra ropa y nuestras casas al margen del calendario”, explica Douville.
Y otro hecho más: el cepillo de vapor Pure Pop de Rowenta –una plancha vertical en cuyo claim publicitario se insiste en su poder higienizante y purificador mediante vapor– es uno de los top ventas de la marca (y uno de los ítems más vendidos en Amazon). Y también vive su momento de gloria en redes sociales. Digamos que todo este escenario –al que se le pueden sumar otros tantos ejemplos, como el hecho de que hasta el mismísimo perfumista Francis Kurkdjian se haya sumado al carro convirtiendo la colada en otra oportunidad de autocuidado con una línea de detergentes y brumas– confirma que cuidar la ropa será otro gesto más en el que podemos trabajar para conectar con nuestro bienestar.
¿Por qué cuidar la ropa puede ser un gesto de autocuidado?
Transformar una costumbre tan instalada en nuestro imaginario doméstico (la colada y todo lo que la rodea) en otra forma de cuidarse tiene sentido en 2026. Y más cuando ya está calando el mensaje de que el bienestar también mejora cuidando nuestros aledaños. “Noto una voluntad de querer cuidar todo y de que todo mantenga una coherencia: si cuido la piel y el cabello quiero que mi ropa, mi casa, mis zapatos, también lo estén. Todo es bienestar. La sensación de limpieza no acaba en la epidermis, también debe estar en lo que nos rodea”, explica a esta cabecera Anabel Vázquez cuando le preguntamos por la acogida de la bruma de la que hablábamos al principio, que ha llegado a tener lista de espera. “Este producto ha tenido éxito desde el primer momento porque, aunque es un capricho, es una especie de capricho sin vuelta atrás porque te acostumbras a que todo esté bajo control. Creo que esto está en el fondo de esta curiosa cosmética: la necesidad de controlar el entorno”, reflexiona.