Cómo cuidar la salud mental en medio del odio ‘online’
Recuerdo con claridad la primera vez que oí hablar sobre Internet. Fue en la universidad, probablemente en mi segundo curso de carrera –no podría asegurarlo con exactitud–, pero sí sé que fue uno de mis profesores favoritos el que, durante una de sus clases, empezó a explicarnos cómo transformaría el mundo del periodismo. Se refería a ella en términos como ‘la red de redes’ o ‘la gran telaraña mundial’. Lo que probablemente no pudo predecir aquel profesor era cómo, en muy poco tiempo, el mundo –no solo el del periodismo– dejaría de ser tal y cómo lo conocíamos. Ha pasado mucho tiempo desde entonces y todo funciona de forma muy diferente en 2025. También Internet. Lo que utópicamente se imaginaba como una red democrática de libre información se ha convertido en un terreno complejo en el que ahora, más que nunca, es necesario saber moverse. Un mundo en el que cuidar la salud mental es tan necesario como saber utilizar la IA.
La proliferación de bulos, la polarización de los usuarios, la supresión de verificadores o el crecimiento exponencial de nuestra dependencia a las pantallas hacen cada vez más complicado imaginar un nuevo horizonte. Elías Said-Hung, catedrático de Ciencias Sociales de la Universidad Internacional de La Rioja, codirige Hatemedia, un ambicioso proyecto de monitoreo de los mensajes de odio que aparecen en las plataformas digitales de cinco de los principales medios españoles. En su opinión, nos encontramos en un escenario de riesgo cada vez mayor y permanente. “Este tipo de mensajes de odio ayudan a exacerbar la ansiedad, la depresión y el estrés de los lectores. Uno de los principales efectos, por tanto, es la disminución del bienestar psicológico, al tiempo que aumenta la impulsividad y la participación en conductas de riesgo. Por ejemplo, hay estudios que mostraron cómo, durante la pandemia de la COVID-19, el aumento del consumo de las redes sociales estuvo relacionado con un incremento de la depresión y el trastorno de estrés postraumático, especialmente en personas con vulnerabilidades previas. Si a esto extendemos la propia dinámica en la que han devenido las redes sociales, con una creciente presencia de este tipo de mensajes, el escenario de riesgo es mayor y permanente”, asegura.
“Redundar alrededor de información negativa, donde las emociones que se activan son el miedo, la alerta, el catastrofismo o un excesivo pesimismo, es generador de una enorme ansiedad, ya que provocan incertidumbre y necesidad de control, de manera que se buscará más información para tratar de sentir ese dominio. Mantener este círculo vicioso puede generar con el tiempo, además de ansiedad, un bajo estado de ánimo y sentimientos de indefensión”, comparte Laura Palomares, psicóloga y fundadora de Avance Psicólogos.
En 2020, una encuesta realizada por Newsy determinó que al menos el 49% de los estadounidenses calificaron con un 6 en una escala sobre 10 lo temerosos que se sentían sobre un brote de coronavirus. Esta cifra variaba en función de la cadena de noticias que veían a diario y de la cantidad de tiempo que pasaban haciéndolo. En general, cuantas más horas pasaban consumiendo información sobre el tema, más miedo tenían. ¿Quizá tenga esto algo que ver con nuestra tendencia a prestar más atención a las noticias negativas? “Cuando nos sentimos mal estamos teniendo pensamientos negativos que tratamos de comprobar o desmentir para reducir nuestra ansiedad. Esto nos lleva a buscar información relacionada con nuestros miedos e inquietudes, lo que en lugar de calmarnos aumenta esa angustia y esa ansiedad. También puede ocurrir que busquemos información negativa tratando de identificarnos con personas o situaciones similares, con la idea de que puede consolarnos. Lo malo de esto es que se entra en un círculo autocompasivo que genera una falsa sensación de alivio”, dice la psicóloga.