Con la llegada de la revolución digital, la industria de la moda ha experimentado una serie de cambios que han transformado su modelo de negocio. Entre las ventajas de este ecosistema, la internacionalización ha favorecido que las marcas tengan presencia a nivel global y que clientes de todo el mundo conozcan y adquieran sus productos. Ahora firmas más pequeñas tienen la posibilidad de encontrar un nicho de mercado en cualquier lugar del planeta. Y todas, a través de las redes sociales o de marketplaces, pueden tener una comunicación más directa y fluida con sus clientes. ¿El resultado? Un público más fiel y un mayor conocimiento de las necesidades del sector. Sin embargo, la industria ahora tiene nuevos desafíos. La competencia es más dinámica y han surgido nuevos desafíos legales que requieren una atención especializada.
Las empresas de moda se enfrentan a un nuevo panorama en el que tienen que defender sus intereses. Es frecuente que las marcas tengan que proteger sus diseños con más mimo, pues las falsificaciones son cada vez más comunes y sofisticadas. Quien quiere comprar un Puzzle de Loewe, por ejemplo, probablemente acudirá al distribuidor oficial para garantizar la autenticidad del producto. Sin embargo, también existen personas dispuestas a obtener ese diseño sin importar su procedencia ni la legalidad de la transacción. Esto no solo afecta a la imagen de marca, sino que también puede devaluar el producto. Otro problema común es que, al operar en un mercado globalizado, las empresas requieren expertos capaces de gestionar contratos internacionales y de comprender las leyes y regulaciones específicas de los países donde comercializan sus productos.
La sostenibilidad, un pilar fundamental, es también un desafío legal que las empresas de moda deben abordar. Las normativas medioambientales y laborales varían significativamente entre países, lo que exige a las marcas un conocimiento profundo de las leyes locales para garantizar que sus prácticas cumplan con los estándares legales en cada región donde operan. Además, la creciente regulación sobre emisiones de carbono, gestión de residuos y transparencia en las cadenas de suministro representa un reto adicional.
¿Qué figura es capaz de solucionar todos estos conflictos? La de un abogado especializado en moda o fashion lawyer. Esta figura domina no solo el campo del derecho sino también entiende sobre el consumo, las tendencias y quiénes son los principales demiurgos de la industria. Para una firma, es más útil tener un abogado que controle a la perfección quiénes son las marcas más valiosas del mercado o qué buscan los consumidores, que una persona que no tenga esa experiencia. Es por ello que Vogue College of Fashion ofrece el Diploma Vogue en Derecho de Moda (Fashion Law).