Una vida llena de nuevos comienzos que ha perfilado la forma en que la diseñadora ve la vida, pero también su modo de acercarse a la moda. “Creo que ser inmigrante siempre me hizo sentirme en tránsito, porque solemos estar en una posición en la que nos sentimos inseguros o en la que estamos buscando nuestra identidad”, explica. “Lo viví cuando estaba en España siendo china y ahora en China, donde soy española”, continúa. Un sentir que desde que puso en marcha su firma homónima ha querido recoger en el discurso de sus colecciones. “Cuando comencé a buscar inspiración para mis prendas, siempre recurría a mi álbum familiar. Me fijaba en lo que llevaban puesto mis padres cuando estaban en el restaurante chino que regentaban y también en el propio espacio, porque estos locales son un muy buen reflejo de toda nuestra cultura estética: el tipo de manteles y de celosías que usamos, el papel pintado, los flecos, los farolillos que colgamos e incluso el kipao, el uniforme que vestimos. Todos esos elementos son algo a lo que sigo recurriendo para indagar en mis raíces, en lo que significa ser chino en occidente y en el contraste que todo esto supone viviendo en España”, argumenta la modista.
Irónicamente, no fueron estos contrastes los que llevaron a Chen Zhou hasta el concepto de su última colección, a la que ha bautizado como El Jaleo, sino todo lo contrario: las inesperadas conexiones entre ambas culturas, con las que tanto se identifica. “A menudo veía mantillas antiguas por ahí, ya sea en España, China o Nueva York. Y siempre me fijaba en el bordado que las adornaba. Nunca supe de dónde venían esas flores y esos símbolos hasta que comencé la investigación y me di cuenta de que, en realidad, el mantón de Manila se originó en Cantón, China. Luego, de ahí pasó a Filipinas, ganando popularidad en su capital (de ahí su nombre). Ya después, durante el periodo en que el país asiático fue colonia española se exportó, hasta convertirse en el símbolo folclórico que todos conocemos hoy”.