del posthumor a la comedia metamoderna – jenesaispop.com

Cuando se habla de los límites del humor, los debates giran casi siempre en torno a las mismas cuestiones: morales, éticas, culturales… Pero existen también límites conceptuales. En los últimos años, nadie ha explorado esos márgenes con mayor audacia y brillantez que Nathan Fielder. Al igual que John Wilson, Joe Pera, Bo Burnham o Miguel Noguera, Fielder desborda la figura convencional del humorista. Es más bien un filósofo existencialista disfrazado de comediante. Un performer. Un pensador social. Un artista conceptual que se sirve de los códigos de la comedia para proponer nuevas formas de narrar e interpretar el mundo.

Tras la gozosamente inclasificable ‘The Curse’ (¡ese último capítulo!), Fielder regresa a la serie con la que se dio a conocer internacionalmente hace tres años. En esta nueva entrega de ‘Los ensayos’ (HBO), el comediante canadiense alcanza un grado de sofisticación narrativa y conceptual asombroso. Si la propuesta de la primera temporada ya era de una ambición extraordinaria -nada menos que ensayar la vida (para sufrir menos)-, lo de esta segunda ya no sé ni cómo calificarlo. Sin revelar nada, el límite al que ha llegado el propio Fielder en este nuevo experimento es simplemente increíble.

Fielder aborda la comedia desde una sensibilidad metamoderna. No se limita a guiñar el ojo al espectador o a incomodarlo desde una distancia irónica, escéptica y autorreflexiva, como han venido haciendo muchos de sus colegas desde que se popularizó lo que aquí se llamó posthumor (atención al demencial tercer capítulo). Fielder, además, te mira a los ojos mientras te pone las manos delicadamente en los hombros. La segunda temporada de ‘Los ensayos’ muestra una sorprendente voluntad de servicio: mejorar la comunicación entre los pilotos y copilotos para aumentar la seguridad aérea y reducir el número de accidentes. Sin cinismos ni nihilismos.

Para conseguirlo, el cineasta no solo lleva el concepto de empatía casi hasta su literalidad para comprender mejor a los pilotos, sino que además recrea una terminal de aeropuerto, utiliza un simulador de vuelo e incluso crea un talent show musical falso para medir la capacidad emocional de estos. Todo ello con la ambigüedad que le caracteriza: ¿qué es real y qué es ficción? ¿Cuánto está planificado, “ensayado” por el ultracontrolador Fielder, y cuánto es producto de esos ensayos? Teniendo en cuenta el asombroso e hiperrealista giro final de la serie, cualquiera sabe. La única certeza de ‘Los ensayos’ es su extraordinaria calidad: una obra maestra de la televisión reciente. ¿A dónde puede llegar en una hipotética tercera temporada?

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