Entre las leyendas de la interpretación de esta serie de Ryan Murphy (Naomi Watts, Diane Lane, Chloë Sevigny, Calista Flockhart, Molly Ringwald, Jessica Lange, Tom Hollander o Russell Tovey) reunidos para poner en escena el prolongado enfrentamiento entre Truman Capote y los amigos a los que traicionó, ¿quién sino Demi Moore podría interpretar a Ann Woodward, la infame corista y socialité caída en desgracia tras disparar a su marido cuando este le pidió el divorcio? Con un moño gigantesco, un suntuoso vestuario de los años 70 y su tendencia a arrojar bebidas a la cara de sus enemigos, está desquiciada. Y es una pasada.
La sustancia (2024)
La afiladísima sátira de Coralie Fargeat le pide a Moore que lo dé todo en su papel de Elisabeth Sparkle, una antigua estrella de cine que pasa a ser presentadora de un programa de fitness que, tras ser dejada de lado por su cruel jefe (Dennis Quaid), comienza a inyectarse una misteriosa sustancia que promete liberar una versión más bella de ella (Margaret Qualley). La actriz desnuda su cuerpo, muestra su vulnerabilidad (esa secuencia en la que se quita todo el maquillaje todavía me hace contener la respiración) y, en el tercio final de la película, se pone un montón de prótesis para transformarse en una nonagenaria encorvada con gafas de sol gigantes y un pañuelo de seda alrededor de la cabeza (¿ese momento en el que le ladra «¡Vete a la mierda!» a su vecino engreído es de matrícula de honor). Este papel ha cambiado radicalmente la vida de Moore, devolviéndola al candelero por primera vez en décadas y haciéndole ganar un Globo de Oro y un Critics’ Choice Award, además del respeto de la industria por toda su obra. A por el Oscar.
Este artículo se publicó originalmente en Vogue.co.uk. Traducción y adaptación: Carmen Cocina.
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