descompensados, pero no revueltos – jenesaispop.com

Ver a Kendrick Lamar en España es una rareza. Sobreviví por los pelos a su concierto en París hace tres años, pero mereció totalmente la pena. El rapero californiano, considerado por muchos el mejor de la historia y consolidado como el rey en lo que llevamos de siglo, nunca ha hecho una gira titular en nuestro país. Esta vez, tampoco viene solo. De hecho, lo de SZA es todavía más inusual, siendo esta la segunda vez que pisa España en toda su carrera (la primera fue el Primavera Sound del año pasado). Dos titanes de la industria estadounidense se han juntado para llevar a cabo la que ya es la gira conjunta más lucrativa de la historia, por encima de la de Jay-Z y Beyoncé en 2018, y el resultado está a la altura de las expectativas.

Después de un ecléctico set de calentamiento de DJ Mustard, que podía pasar del ‘I Don’t Fuck With You’ de Big Sean a un ‘Tití Me Preguntó’ o un ‘We Found Love’, llegó la primera aparición de Lamar. Este empezó a rapear ‘wacced out murals’ dentro de un Buick Grand National negro mientras las llamas, la pirotecnia y los flashes se sucedían aún con el sol brillando sobre Barcelona. Es innegable que el beef con Drake ha servido para llevar la carrera de Lamar al siguiente nivel. ¿Cuántos fans post ‘Not Like Us’ había en el Lluis Companys? Menos de los que pensabas, seguramente. Aunque el disco protagonista del set de Kendrick fue ‘GNX’, los clásicos siguieron siendo las canciones más celebradas. Esto, a pesar de que la mayoría de ellos fueron acortados por tema de tiempo. En esta primera parte ‘King Kunta’ y ‘ELEMENT’ se sucedieron con rapidez, pero se pudieron disfrutar. Más adelante, los arreglos góspel de ‘m.A.A.d. city’ sabotearon decenas de pogos.

Greg Noire / pgLang

El concierto funciona a través de secciones muy claras, sumamente equilibradas en un 50/50 y que ganan duración según avanza el evento. Ninguno de los dos artistas es protagonista, aunque claramente Kendrick es el que lleva la voz cantante, irónicamente. La primera aparición de SZA sí se siente como un corte en la energía del ambiente, viniendo de la furiosa ‘tv off’. De ahí pasamos a ’30 for 30’, la primera colaboración del set, y tres canciones de SZA tan preciosas como chocantemente relajantes: ‘Broken Clocks’, ‘Love Galore’ y ‘The Weeknd’. Durante el resto del show, esto está mucho mejor llevado y fluye a la perfección. En este punto no quedaba tan claro, pero ya había pistas sobre lo diferente que iban a ser ambos sets. La primera era la decoración del Grand National en el que sale montada SZA, lleno de hiedras y pequeñas plantas, como si el tiempo hubiese pasado por él de forma feroz. Al final de la velada, se sentía como haber visto dos conciertos totalmente diferentes en uno. Y hasta cierto punto, descompensados.

Si Kendrick es el fuego, SZA es el agua. Quizás, el dragón y la mariposa sería la metáfora más acertada, aunque parece que la cantante estadounidense se identificaría más con una mantis religiosa. No solo por todas las veces que este insecto apareció en los visuales, sino también por eso de cortarle la cabeza a su pareja. ‘Kill Bill’ es un poco eso, ¿no? En cualquier caso, la fantasía insectil que se montó SZA fue de lo más espectacular del concierto, superando por mucho el ‘walking simulator’ de Lamar. Ambos compartieron el escenario con un fantástico equipo de baile y tenían a su disposición un arsenal interminable de fuegos artificiales. Sin embargo, SZA sabe que sus canciones no tienen tanta pegada como las del rapero de Compton, por lo que tiene que elevar el show a otro nivel montándose en una hormiga gigante que a la vez imita una motocicleta durante ‘Kitchen’ o literalmente volando por los aires como si la transformación a mariposa se hubiese completado. El típico caso de desigualdad entre lo que se le exige a los hombres y a las mujeres.

Cassidy Meyers

Eso sí, el magnetismo y ‘star power’ de Kendrick Lamar es innegable. Él es el primero que divide la pantalla gigante para revelar que el escenario es todavía más grande de lo que pensábamos. La frase “Don’t tell lies about me and i won’t tell truths about you” anticipa la llegada de ‘euphoria’, la primera referencia al beef con Drake que hay en el show. Es un despliegue de medios absoluto. Ya es impresionante que la mayoría de la gente se sepa esta canción, con todo el estadio cantando al unísono las partes más memorables (“What is it? The braids?”), pero además el nivel de pirotecnia es totalmente impresionante. Hay un momento en el que Kendrick está en la punta del escenario y detrás de el siguen explotando cosas. Tu cerebro no sabe a qué prestar atención. Por otro lado, ‘Not Like Us’ se siente como el clímax absoluto del show.

No dejaré de repetirlo: ¿Cómo puede ser que una canción que llama directamente pedófilo al artista comercial más grande del siglo sea tan amada en todo el mundo? Es surrealista escuchar a un estadio de 48.000 personas corear la frase “¡Certified pedophile!”. Otros guiños a Drake incluyen la canción ‘Poetic Justice’, en la que obviamente cortan el verso del canadiense, y ‘Rich Baby Daddy’, que directamente es una canción suya y seguramente la que más sobra del set. SZA canta abiertamente la frase “shake that ass for Drake” y no sé que pensar sobre ello.

Cuando están juntos, es cuando la magia ocurre de verdad. Son dos inmensos artistas en el mejor momento de sus respectivas carreras y se nota. Durante la impresionante interpretación de ‘All The Stars’, en las que ambos son elevados hasta el cielo y rodeados de un mar de luces, casi me sentía aturdido por las superestrellas que tenía delante. Hay que recalcar que, exceptuando algunos momentos de verdadera intensidad en lo que a moshpits se refiere, es un show hecho para todos los públicos que, por definición, tiene algo para todo el mundo. El resultado total es la mezcla perfecta de lo que representan ambos artistas. La intensidad de Kendrick se recibe mucho mejor gracias a los momentos de calma de SZA y la perfección pop de esta resulta todavía más dulce al lado del belicismo innato de Lamar. ¿Descompensados? Sí. ¿Inmensos? También.

Cassidy Meyers

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