Desde que me organizo así los domingos empiezo mejor la semana
Durante mucho tiempo he sido víctima del ‘síndrome de los domingos por la tarde’. En mi caso, la apatía, agobio, tristeza, desgana –y así hasta un sinfín de sensaciones negativas sin sentido aparente–, aparecían incluso ya desde por la mañana. De la misma manera que me empezaba a cambiar el humor el jueves porque el fin de semana estaba cerca; y el viernes y el sábado eran el culmen de mi felicidad, esa montaña rusa caía en picado el domingos, cuando en mi mente se dibujaba ese día como un momento gris que anticipaba el inicio de la semana. Y que yo misma había condenado al fracaso dejando todo tipo de tareas tediosas para ese día, sin albergar un momento de disfrute. Sin embargo, desde hace algún tiempo –hablar con varios expertos en hábitos me ayudó– organizo los domingos de otra manera. Y eso, no solo me ha ayudado a disfrutarlos, sino también a empezar mejor la semana.
#1. Hago algo de ejercicio tranquilo (o doy un buen paseo por la mañana)
El descanso no solo es dormir y no significa no hacer absolutamente nada. De hecho, es algo de lo que habla largo y tendido la doctora Saundra Dalton-Smith, autora del libro Sacred Rest. Y aunque en mis domingos cada vez hay más ratos de sofá y manta (sin remordimientos) suelo anteceder esos ratitos de dolce far niente doméstico con algo de movimiento previo que me haga sentir mejor y que me ayude a descansar de forma activa. Por eso no suelo faltar a mi clase de Body Balance a las 12:45 –siempre que los partidos de fútbol de mis hijas me lo permita– o, en su defecto, intento dar un buen paseo a la luz del día (mejor si es en compañía de mi perro). Luego el descanso en el sofá sabe mucho mejor.
#2. Prevengo la teoría de las ventanas rotas (pero con calma)
Lo explica Alicia Iglesias en su libro Pon orden tu vida. Se refiere a llevar al terreno de la organización la teoría de las ventanas rotas, es decir, esa teoría que explica que si un edificio tiene una ventana rota y no se repara, es probable que los vándalos tiendan a romper unas cuantas más. Eso, llevado al terreno del orden, significa “atacar los problemas sin piedad cuando son pequeños porque, si no, van creciendo y se nos acaban yendo de las manos”, dice. Por eso, para que el desorden no se me vaya de las manos durante la semana, intento decicar un ratito del domingo a poner orden en algún cajón, armario, en las carpetas de papeles… pero solo durante un rato, con calma, poco a poco y para evitar que ese desorden y la idea del ‘tengo que’ me torturen el resto de la semana. Y al hacerlo recuerdo las palabras de la psicóloga Laura Palomares, que aconseja que este tipo de tareas, sobre todo en domingo, se hagan con música o escuchando nuestro podcast favorito.
#3. Veo una película o una serie por la tarde (y no es negociable ese momento)
Lo de pasar el domingo en casa o fuera es una cuestión personal, pero yo he descubierto que, salvo excepciones, prefiero que ese día sean tranquilo, sin planes que impliquen llegar tarde y disfrutando de estar en casa. Pero como el placer también hay que agendarlo –para evitar el riesgo de sepultarlo entre obligaciones varias– no hay domingo en el que no tenga un par de horas o tres para ver una película o varios capítulos de mi serie favorita. Sé que en un momento del día (preferiblemente después de comer) tengo el derecho y casi la obligación de dedicarme ese rato a ver con foco (y sin móviles de por medio) esa película que quería ver y que por unas horas hará parar a mi cerebro y concentrarme solo en su argumento.
#4. Organizo la semana e introduzco algún proyecto de ilusión
En mi caso me dan más paz mental los domingos tranquilos en los que puedo dedicar unos pequeños espacios de tiempo a organizar la semana. Es algo rápido: se trata de echar un vistazo a la agenda de trabajo, a la familiar y la personal para saber si algún día necesito pedir ayuda a mi madre porque no voy a llegar al colegio a buscar a mis hijas o si tengo que reorganizar los horarios habituales. Esa organización previa me alivia –igual que dejar todo preparado para el día siguiente– y me alivia más hacerla antes de la cena. Y, por supuesto, siempre intento que de lunes a viernes haya lo que llamo ‘proyecto de ilusión’. No tiene por qué ser un plan a lo grande: a veces será una cena con amigas o una cita para hacerme la manicura o un masaje; y en otras ocasiones algo más sencillo y mundano como comprar el café en Starbucks de camino al trabajo, reservar una tarde para hacer galletas con mis hijas… lo que sea que al pensar en ello me haga feliz.
#5. Practico la ‘cena hygge’
Los domingos me gusta cenar pronto, cenar rico y cenar sano. Disfrutar de ese momento sabiendo que después no tendré que irme inmediatamente a la cama, sino que podré ver un rato la tele o leer, me reconforta. Y más desde que pongo en práctica algunas recomendaciones danesas que aprendí leyendo el libro Hygge Home, de Meik Wiking: encender una vela, hacer pan casero, hablar de todo con mi familia sin prisa… Es la felicidad de las pequeñas cosas y de las conversaciones conscientes. De hecho, Wiking en el libro habla de un estudio publicado en la revista Psychological Science en el que se analiza la correlación existente entre los tipos de conversaciones y los niveles de felicidad. Y la conclusión es clara: los participantes más felices tuvieron el doble de conversaciones significativas. Así que tenerlas con mi familia un domingo por la noche puede ser la mejor manera de empezar la semana.