Diane Keaton deja un legado imposible de imitar
Más que actriz, Diane Keaton fue un símbolo, una creadora de imágenes y de personajes memorables que redefinieron lo que podía ser una mujer en Hollywood. La actriz, icono y directora de cine construyó a través de su vida un imaginario en el que la inteligencia, la ironía y el estilo podían convivir con naturalidad.
Desde sus inicios en el teatro hasta su consolidación en Hollywood, Diane Keaton demostró una versatilidad poco común. Su papel como Kay Adams en El Padrino (1972) la introdujo en la gran liga, pero fue con Annie Hall (1977) –recibió el Oscar a la mejor película en el año y ella a mejor actriz– cuando se convirtió en mito.
Esa mujer que vestía con trajes de chaqueta, sombreros, chalecos y corbatas cambió para siempre la idea de la feminidad cinematográfica e instauró una estética propia, la del desparpajo intelectual y el encanto imperfecto. Pero su talento no se limitaba a la comedia. En dramas como Rojos o Marvin’s Room, demostró una profundidad emocional que la situó entre las intérpretes más respetadas de su generación, siendo su habilidad para pasar del humor al desgarro en una misma escena una parte importante de su magnetismo.
Más allá del cine, Diane Keaton fue y seguirá siendo un icono de moda. Su estilo, mezcla de androginia, sofisticación y humor, rompió moldes en los años setenta y sigue inspirando a diseñadores de hoy en día. Mientras Hollywood brillaba con vestidos ceñidos y glamour convencional, ella elegía pantalones anchos, camisas blancas, chalecos masculinos, guantes, sombreros y capas. Nunca se vistió para gustar, sino para expresarse. Esa fidelidad a sí misma la convirtió en símbolo de libertad estética, en la mujer que demostró que la elegancia no tiene edad, que la moda es un lenguaje de identidad, no una obligación.
Descansa en Paz, Diane Keaton. Tu cine y tu espíritu siempre seguirán con nosotras.