La primera alerta sobre la muerte de un varón de 71 años tras caer por un barranco en Collbató (Barcelona) en un camino que lleva a la montaña de Montserrat adquirió una nueva dimensión al trascender el nombre de la víctima: Isak Andic. Tanto si se trata de un ciudadano anónimo como del fundador de Mango, la policía investiga siempre un hecho de esa naturaleza y lo pone en manos de un juzgado. Pero a ningún investigador se le escapan las derivadas que tiene la muerte inesperada del hombre más rico de Cataluña cuando, la mañana del sábado 14 de diciembre de 2024, caminaba con su hijo mayor, Jonathan, por la montaña, sin más testigos que ellos dos.
La investigación recayó en una pequeña unidad de los Mossos d’Esquadra con sede en Martorell, partido judicial al que pertenece el enclave donde se produjo el suceso. Y ahí ha permanecido, blindada, entre denodados esfuerzos por evitar filtraciones internas y externas, en una causa que todos los actores implicados quieren conocer. Solo un grupo reducido de agentes, con apoyo puntual de los servicios centrales de la policía catalana, conoce el detalle de lo que allí se investiga. La instrucción, muy compleja, alcanza ya los diez meses y no ha podido dar una respuesta clara a la única pregunta posible, mientras crece la inquietud en el seno de los Andic y también del grupo Mango, deseosos de poner fin a este episodio: ¿Cayó Isak Andic de la montaña o le empujó su hijo?
El informe preliminar que ese equipo presentó al juzgado concluyó que la hipótesis más probable era que Andic había caído de forma accidental. Para entonces, los agentes ya habían interrogado a la única persona que lo acompañaba en el paseo: su primogénito, Jonathan Andic, ahora investigado por los Mossos por un posible homicidio. El primer interrogatorio se practicó unas horas después de la muerte, y el hombre, de 44 años, incurrió en vaguedades e incongruencias: lo que contó no se correspondía exactamente con la realidad de los hechos. Pero los agentes lo atribuyeron al impacto emocional de cualquier persona que acaba de ver fallecer a su padre. También escucharon a la pareja de Isak, Estefanía Knuth, que relató cómo había sido la mañana del fundador de Mango. Estefanía fue la primera persona a la que llamó Jonathan, antes incluso que al 112.
Los investigadores no eran ajenos a las voces, algunas del mundo textil, que hablaban de una relación difícil entre padre e hijo. Esas desavenencias tuvieron su apogeo en 2015. Isak había dejado al frente de la compañía a varios directivos, entre ellos su hijo. Y reprochó a Jonathan que la empresa había perdido el “alma”, la “esencia”, que había descuidado la relación con los clientes. En los años siguientes, Mango entró en pérdidas millonarias e Isak tuvo que retomar el control para reflotarla. Quien contó ese episodio fue Estefanía, que sin embargo no relató problemas más recientes ni insinuó que Jonathan hubiera querido vengarse.
Estefanía es también la protagonista de una circunstancia ajena al caso, pero relevante para el contexto familiar. Los Mossos supieron que existe una disputa económica entre la pareja de Isak y sus tres hijos (Jonathan, Judith y Sarah) a propósito del legado. En julio de 2023, Isak Andic firmó testamento ante notario: nombró herederos universales a sus tres hijos (a partes iguales) y dejó un legado, con cantidades que debían entregarse a ciertas personas. Una de las beneficiarias es Estefanía, pareja sentimental de los últimos seis años. La mujer consideró que la cifra era insuficiente y exigió a los hijos más de 70 millones. Considera que su relación con el fundador de Mango era equivalente a la de una pareja de hecho y puso el caso en manos de abogados, quienes arguyen que, según la jurisprudencia, debe percibir el equivalente a una situación de viudedad. Las partes han negociado todos estos meses, en paralelo a la causa penal, sin llegar a un acuerdo.
Con esos mimbres, y siempre bajo la tutela de la jueza de instrucción 5 de Martorell, los policías decidieron continuar investigando. Se trataba de no cerrar el caso en falso y de contemplar todas las posibilidades. Analizaron, entre otras cosas, el teléfono de la víctima, un móvil corporativo de Mango, para reconstruir el trayecto que siguieron padre e hijo en la montaña y dilucidar, a través de posibles conversaciones en WhatsApp, el estado de su relación.
Pasaron los meses y la causa se cerró y se reabrió más por cuestiones de procedimiento que por la evolución de la investigación, que nunca se detuvo. Los Mossos han inspeccionado en diversas ocasiones el camino de tierra y grava que lleva a Montserrat. Una ruta transitada, en que lo realmente difícil es no cruzarse nunca con nadie. Incluso las unidades de montaña fueron a la zona y lanzaron (con cuerdas) a uno de sus agentes para comprobar cómo es esa caída por un desnivel de casi 100 metros de roca.
Sin pruebas directas, los Mossos se han apoyado en pequeños indicios que, sumados, han alimentado sus dudas. Uno de ellos es la segunda declaración, como testigo, de Jonathan Andic, ya más calmado y cuando había recibido el asesoramiento de un abogado penalista. Incurrió, una vez más, en inexactitudes, como no ubicar correctamente en qué aparcamiento había dejado el coche. Nada definitivo, ninguna mentira flagrante, ningún signo de que intentaba encubrir un homicidio. Y, sin embargo, su segunda entrevista planteó más dudas y generó más necesidad de seguir indagando.
Las gestiones se centraron en la figura de Jonathan. Y el paso siguiente era bucear en su teléfono, lo que implicaba, entre otras cosas, cambiar su condición: de testigo de un accidente pasó a ser investigado por homicidio. Hace cosa de un mes, agentes de la unidad le abordaron en la calle y le pidieron el móvil, a lo que Jonathan accedió. Unos días más tarde, se le comunicó de forma indirecta que estaba siendo investigado, según fuentes cercanas a la defensa. Todo eso se hizo siempre con el visto bueno de la jueza, que decretó el secreto de las actuaciones, aunque sin un auto formal de imputación.
Los policías analizan desde entonces el dispositivo y las gestiones pueden alargarse todavía unas cuantas semanas, según fuentes del caso. Hasta ahora, los agentes no han hallado una prueba directa que indique que Jonathan pudo tirar a su padre montaña abajo. Una vez que terminen las diligencias, la jueza deberá determinar si cita a Jonathan Andic como investigado (por un delito de homicidio) o si archiva la causa. La Fiscalía, que sigue muy de cerca el proceso, también deberá pronunciarse y valorar si las pruebas que con sigilo, en silencio y con extremado celo han recogido los Mossos durante más de diez meses son suficientes.