La muerte de David Lynch ha recordado al mundo la magia de ‘Twin Peaks’, una magia que estaba presente en otra serie contemporánea, de manera más o menos evidente. ‘Doctor en Alaska’ se estrenó unos meses después que ‘Twin Peaks’, en julio de 1990, brindando a la televisión de la época su propia visión del realismo mágico estadounidense, en este caso ambientado en un pueblito de Alaska, al noroeste de Estados Unidos. En concreto, se inspiraba en los paisajes de Talkeetna, aunque en realidad estaba rodada en Washington.
‘Doctor en Alaska’ no hurgaba en los recovecos psicológicos de ‘Twin Peaks’, ni exploraba de manera tan profunda los misterios del surrealismo como la serie de Lynch, pero su estética rural, tan acogedora, y su afán experimental -evidente más en unos episodios que en otros- respondía a una demanda del público de la época por productos televisivos diferentes a los habituales. En España se estrenó en La 2 y, en el último año, se ha podido ver en Filmin. La mala noticia es que será retirada de la plataforma el próximo 7 de febrero, después de tres años.
‘Doctor en Alaska’, creada por Joshua Brand y John Falsey, también era una serie coral, y su duración -6 temporadas, 110 capítulos, la serie se emitió desde 1990 hasta 1995- garantizó que cada uno de sus personajes se ganara el cariño del público. Incluido el extremadamente racionalista y antipático, aunque irremediablemente encantador protagonista, Joel Fleischman, protagonista que pronto pasa a ser un personaje más entre todos los que habitan el pueblo de Cicely.
Fleischman, un joven médico de 30 años venido de Nueva York, interpretado por un Rob Morrow que no ha vuelto a encarnar un personaje igual de icónico, descubre en su llegada a Alaska que existe un pueblo que ve la misma realidad que él con gafas diferentes, los de la espiritualidad. Una manera propia de entender la naturaleza -la humana y la que nos rodea- que no es ni mejor ni peor y que, de hecho, es complementaria a la suya, aunque, al principio, a Fleischman esto le parezca imposible.
El personaje de Fleischman contrasta con los originarios de Cicely y con la naturaleza del pueblo. La serie continuamente opone modernidad y tradición, razón y superstición, y no siempre la primera gana la batalla. Maggie O’Connell, deuteragonista de la serie, es su oponente ideológico en muchos sentidos -también el político- y su personaje ilumina allá donde en Fleischman domina la oscuridad: con su visión del feminismo, el empoderamiento, el edadismo o la reparación histórica -aunque ella no está exenta de escarmiento en varios capítulos- Maggie construye un personaje que ha envejecido muy bien treinta años después porque, entonces, era avanzado a su tiempo. Sus preocupaciones son las mismas que las nuestras.
Han resultado especialmente atemporales estos dos personajes, los de Joel y Maggie, por una razón: ambos juegan continuamente a invertir los roles de género tradicionales. Joel, el urbanita frágil y quejica, y Maggie, la piloto de avión independiente, completamente realizada a sí misma, se sienten atraídos desde el principio. Sin embargo, sus personajes también exhiben comportamientos que encajan dentro de los estereotipos de sus respectivos géneros. Son caracteres complejos y matizados que demuestran que aquello que consideramos «típicamente» masculino y femenino, en absoluto puede ser exclusivo de unos ni de otros.
Cada uno de los personajes de ‘Doctor en Alaska’ tiene algo que enseñarnos. Es inspiradora la búsqueda espiritual de Chris Stevens, el locutor de radio del pueblo, mucho más que el chico guapo, pues él además demuestra que se puede pasar página de un pasado complicado. La pareja formada por Holling Vincour y Shelly Tambo es ejemplo de relación saludable, a pesar de la extrañísima diferencia de edad entre ambos. Marilyn, secretaria de Joel, es su antítesis, una mujer que no ha naturalizado la prisa de la vida urbana y que no se deja influir por el raciocinio del doctor. Como todos los habitantes de Cicely, incluido el terrateniente Maurice, hijo de otra época, es inspiradora por su autenticidad.
Y cuando no hay lección aparente que rascar -aunque siempre la hay- basta con sumergirse en la cotidianeidad de la serie para dejarse conquistar por la personalidad de unos personajes absolutamente encantadores y complejos, en absoluto unidimensionales, y que, en conjunto, presentan una especie de utopía rural. No extraña que ‘Doctor en Alaska’ haya sido un éxito en Filmin inesperado hasta por su director, Jaume Ripoll, en un momento en que, a través de redes sociales como Youtube o TikTok, se romantiza el regreso al campo, como cuenta Rodrigo Cuevas en una entrevista reciente con JENESAISPOP, cuando hace décadas era exactamente al revés.
Pero, sobre todo, ‘Doctor en Alaska’ funciona hoy porque es una serie “sobre la tolerancia, pero la tolerancia bien entendida”, como ha contado a El País Ellis Weiner, autor de los libros basados en la serie. ‘Doctor en Alaska’ “no habla solo de a aceptar a los demás, sino de comprender sus puntos de vista, y eso es algo que no ves muy a menudo”. Una lección -otra más- de la que se puede aprender mucho en estos tiempos polarizados que vivimos.