La clave de muchos de tus problemas podría ser un trauma no resuelto
El cuerpo recuerda. No es la primera vez que hemos escuchado hablar acerca de las memorias físicas que se almacenan en forma de dolores o enfermedades, como respuesta a las diferentes situaciones traumáticas por las que pasamos a lo largo de nuestra vida. Sin embargo, cuando escuchas hablar a una de las mayores expertas que hay al respecto, entiendes que enfrentarnos a aquellos hechos que nos han marcado no es baladí, y que cuanto antes procesemos lo sucedido, más fácil será que minimizar las consecuencias.
Natalia Seijo es una de las psicólogas más reconocidas del panorama científico español. Es directora del NS Centro de Psicoterapia y Trauma en Ferrol (A Coruña) y especialista en trauma complejo, apego, disociación, trastornos alimentarios y psicosomática médica. En su reciente libro, ‘El cuerpo tiene memoria’ (Montena), reconoce la importancia del cuerpo, no como un mero espectador, sino como un testigo, a veces incómodo, que materializa todo aquello que nos pasa.
Aunque intentemos racionalizar el dolor, minimizar lo que sentimos o ignorar experiencias pasadas, nuestras emociones encuentran formas de manifestarse físicamente. “El trauma como diagnóstico, se explica para darle nombre a los diferentes síntomas que aparecen cuando la experiencia o el evento traumático queda sin procesar después que haya sucedido. De manera que cuanto más tiempo pase sin ser procesado, más probabilidad hay de que deje una huella intensa y acarree consecuencias negativas tanto para el cuerpo como la cabeza”, explica.
Entendiendo el trauma
La palabra trauma proviene del griego y significa “herir, lastimar”. En términos psicológicos, se refiere a una herida emocional que deja huella. “Un hecho traumático puede tener efectos significativos en nuestro cuerpo. Estos efectos pueden variar tanto en intensidad, frecuencia como duración dependiendo de la capacidad de la persona para afrontarlo y de la naturaleza del trauma”, y pone como ejemplo cuando una persona vive situaciones de rechazo constante o humillación, o el trauma por omisión, en donde hay ausencia de cariño y en su lugar se da frialdad.
Lo que sucede cuando no somos capaces de afrontar estas vivencias, es que producen reacciones físicas que pueden variar dependiendo de la intensidad de lo vivido. La psicóloga habla del TEPT (trastorno de estrés postraumático), que suele estar asociado a un alto riesgo de Hipotiroidismo debido al shock emocional. “Dentro de los mecanismos que activa el evento traumático están las defensas de supervivencia que se ponen en marcha cuando nos sentimos en amenaza o peligro, respuestas como la lucha, huida o congelación que a través del sistema nervioso simpático se traducen en un aumento de la frecuencia cardíaca, presión arterial y liberación de adrenalina y cortisol, las hormonas del estrés. Si el trauma no se procesa adecuadamente, permanecerá en forma de alerta y un estado de ansiedad constante, insomnio e hipervigilancia”, alerta Seijo.
Otra consecuencia del estrés prolongado procedente del trauma, es un sistema inmune debilitado, haciéndonos vulnerables a infecciones y enfermedades. “También se relaciona con el dolor crónico de origen desconocido, problemas menstruales graves o alteraciones digestivas», añade.
La memoria corporal: cuando las emociones se expresan a través del cuerpo
Seijo subraya que las emociones reprimidas también tienen su impacto somático. «Las emociones incontrolables asociadas a un evento traumático impiden la integración del trauma, quedando retenido en esa memoria del cuerpo como fragmentos congelados del evento que contiene; sensaciones y emociones como miedo, dolor y/o la rabia del momento”, y advierte que de no ser liberado, se generan mensajes en forma de síntomas que darán pistas de que algo sigue retenido, esperando a ser liberado adecuadamente.