A principios de la década de 2010, Versace empezó a recobrar su antiguo esplendor, con una Donatella revitalizada que emergía como icono cultural, defendiendo los derechos LGTBI, imponiendo que Versace dejara de usar pieles y adaptándose con humor a su personaje de superestrella de la moda, deslumbrantemente rubia y más grande que ninguna. En una ocasión, cuando le preguntaron por su rutina de belleza, respondió: «Duermo todas las noches en el congelador».
En 2014, la familia vendió el 20% de la empresa a Blackstone por 210 millones de euros. En 2017, surgieron los primeros rumores de que toda la empresa podría estar en venta (aunque Gianni y Santo habían discutido por una posible fusión con Gucci, poco antes de la muerte de Gianni). Preguntada por la posibilidad de que otro diseñador dirigiera la futura dirección creativa de Versace, Donatella respondió: «Sí, yo soy Versace. Pero Versace también tiene que significar cambio. Y tiene que ser una oportunidad para que otros se expresen».
Sin embargo, Donatella continuaría liderando la casa, de una manera todavía más memorable en la colección de primavera-verano 2018 que marcó el 20 aniversario de la muerte de su hermano y que reunió en la pasarela a algunas de las supermodelos clave que Gianni había impulsado en los noventa. Naomi Campbell, Carla Bruni, Cindy Crawford, Claudia Schiffer y Helena Christensen aparecieron con la característica cota de malla dorada de Versace en una puesta en escena que se hacía eco del don de Donatella para combinar la sensualidad con la autodeterminación. Como ella misma dijo una vez: «Quiero diseñar ropa que diga ‘esto es ropa de mujer’. Las mujeres son fuertes, y la sensualidad no tiene por qué estar reñida con el poder. Puedo ser más poderosa que tú y seguir conservando lo que me gusta. No tengo que cambiar para estar a tu altura, para hablar contigo o para ser relevante. Eso es lo que estoy diciendo».