Dora: “Conozco a otros ‘hijos de’ que, a pesar de ser artistas increíbles, han tenido que esconder sus orígenes. En España somos muy paletos en ese sentido”

Tanto en la esfera más íntima como en el plano profesional, una buena parte de la biografía de Dora Postigo (Madrid, 2004) ha acontecido bajo el escrutinio de la luz pública. Desde el fallecimiento en 2017 de su madre, Bimba Bosé, a los 41 años víctima de cáncer, a su mucho más reciente debut en pantalla grande, como protagonista de la cinta Rainbow, dirigida por Paco León en 2022, su historia puede ser fácilmente trazada con una serie de consultas a la hemeroteca digital. De hecho, sus primeras versiones musicales en formato de vídeos caseros aún pueblan plataformas como YouTube. Muchas de ellas datan de hace seis y siete años: una chica apenas entrada en la adolescencia toca el piano e interpreta temas que van del Say My Name, de Destiny’s Child, al When I Was Your Man, de Bruno Mars, pasando por un medley de canciones de Elton John. A pesar de su por entonces corta edad y escasa experiencia, la textura de su voz no deja lugar a dudas: sí, tiene apellido, pero también talento a espuertas. Para bien o para mal, la música está llamada a ser un eje central de su vida. “Mi padre siempre me dice que ser artista es una bendición y una maldición. Y tiene toda la razón”, afirma mientras devora un plato de pollo al curry en una céntrica cafetería de la capital.

Cuando habla de su padre, se refiere al realizador audiovisual y productor musical Diego Postigo, actual pareja de la actriz Bárbara Lennie, con quien dio la bienvenida a su hija Roma a finales de 2023. Sobre si toda esta abundancia de legado artístico y amplio interés mediático en su familia le ha provocado episodios de inseguridad personal o exceso de autoexigencia, Dora no tarda un instante en responder. “Totalmente. Y una dificultad añadida de tener que hacerte un nombre por ti misma, porque la gente desvaloriza tu trabajo. Es un tema que me da un poco de pena. Conozco a otros ‘hijos de’ que, a pesar de ser artistas increíbles, han tenido que esconder sus orígenes. En España somos muy paletos en ese sentido. Lo que nos interesa es vender. Yo soy una tía que me meto muchísima presión. Mi padre, a veces, hasta se preocupa. De hecho, durante un tiempo le culpé. Al crecer, me he dado cuenta de que no era verdad. Nunca ha sido él, siempre ha estado ahí para mí. Era yo todo este tiempo, haciéndome esta putada. Los hijos culpamos a las madres y a los padres de mucho y, al final, no hay una fórmula para vivir, ni para la música, ni para ser familia”, hace una pausa y se emociona. Luego, aún con la mirada acuosa, remata: “He crecido y he conocido a mi padre. Sabía muchas cosas sobre su capacidad de trabajo o sus rasgos de personalidad, pero ahora es cuando le empiezo a ver por quien es, aunque aún me queda”.

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