Economía conductual: somos las decisiones que tomamos
¿Alguna vez te has propuesto un reto como seguir una dieta, ahorrar más o terminar un libro y sientes que te está costando más de lo que debería? Esto ocurre porque hay ciertos factores cognitivos y psicológicos que influyen en nuestro comportamiento y, de forma inconsciente, dificultan que podamos cumplir nuestras metas. Una manera en que podemos explicar estos fenómenos, y entender por qué a veces vemos este tipo de lapso entre nuestra intención de hacer algo y nuestro comportamiento final, es con la ayuda de la economía conductual. “Es la ciencia que nos ayuda a comprender qué hay detrás de nuestras decisiones, es lo que nos permite entender mejor a los seres humanos, conocer cuáles son los factores de su contexto que afectan a su conducta y cómo su percepción construye la realidad. Esto se postula como una respuesta a los principios de la economía clásica, que afirman que siempre nos comportamos teniendo nuestros mejores intereses en mente, cuando vemos que la realidad no es precisamente así”, define Carolina López, Global Head de CX de Banco Santander.
Y es que, en efecto, cada vez son más las investigaciones que desvelan que el cerebro humano no funciona como una computadora. Algo en lo que coincide la directora de EFPA España (Asociación Española de Asesores y Planificadores Financieros), Andrea Carreras-Candi: “Existe una serie de factores psicológicos y emocionales que hacen que nuestras decisiones no siempre sigan un camino lógico o racional, sino que estén moldeadas por sesgos, emociones y limitaciones cognitivas. Un ejemplo claro sería afirmar que, como seres humanos, tememos perder más de lo que valoramos ganar. Esto nos lleva a tomar determinaciones conservadoras, incluso cuando la opción más arriesgada podría ser más beneficiosa. Por ejemplo, muchas personas evitan vender una inversión que ha perdido valor, esperando que se recupere, en lugar de asumir la pérdida y reinvertir en algo más prometedor. Reconocer estos patrones es el primer paso para tratar de evitarlos y tomar decisiones más informadas y equilibradas”.
Considerando que las personas tomamos miles de decisiones al día, el cerebro humano tiende a utilizar atajos mentales. Estos caminos más cortos responden a la necesidad evolutiva de realizar un filtrado selectivo de los estímulos que nos llegan para así liberarnos de la cantidad de procesos mentales que tendríamos que realizar si procesáramos toda la información que recibimos. El problema es que estos atajos nos pueden llevar a juicios incorrectos o interpretaciones erróneas. “Los sesgos cognitivos son una distorsión sistemática en el procesamiento de la información que afecta al juicio y a la toma de decisiones de manera inconsciente”, afirma Carolina López. “Algunos de los principales sesgos que nos afectan, más allá de la aversión a la pérdida, serían el efecto anclaje y el sesgo del presente. El primero asegura que tendemos a basar nuestras decisiones económicas en la primera información que recibimos, como un precio de referencia que nos ancla a ciertas expectativas e influye en nuestra decisión de compra. Por otro lado, el del presente nos muestra cómo otorgamos más valor a las recompensas inmediatas que a los beneficios futuros, lo que nos lleva a gastar en lugar de ahorrar o a posponer inversiones a largo plazo como planes de pensiones, por ejemplo”, continua.
Lo cierto es que no hay nada más personal que la toma de decisiones. De ahí que a la hora de deliberar sobre algo influya tanto el momento en el que nos encontramos como las emociones que sentimos. Nuestros miedos, deseos o sentimientos desempeñan un papel determinante en este proceso, y cuando a la ecuación se le añade, además, el factor económico, pueden incluso llegar a dificultarnos la resolución. El comportamiento financiero de las personas a menudo desafía las expectativas de las teorías de la economía clásica. “La mayoría de ahorradores no suele comportarse de forma racional en sus acciones habituales”, asegura Andrea Carreras-Candi, “de hecho, la psicología suele ser capaz de analizar y explicar el porqué de las decisiones financieras por encima de las teorías matemáticas o económicas”. Precisamente, la economía conductual complementa y contribuye con una perspectiva diferente, explicando elementos de por qué hacemos lo que hacemos. Teniendo esto en cuenta, podemos diseñar mejores políticas y entornos que nos ayuden a tomar decisiones más alineadas con nuestros objetivos. Así, la economía conductual no solo destaca nuestras limitaciones, sino que también ofrece oportunidades para mejorar nuestra conducta y bienestar. “Comprender estos sesgos y patrones es esencial para diseñar sistemas y procesos que faciliten decisiones más informadas y efectivas, promoviendo así resultados más satisfactorios para nuestros clientes”, explica Carolina López.
Pero, más allá de decisiones financieras de mayor o menor calado, los sesgos también nos afectan la hora de elegir una u otra opción en el día a día. “Lo vemos en pequeños gastos o decisiones cotidianas”, apunta Carolina López. “La economía conductual nos muestra que muchas de nuestras preferencias no están preestablecidas, sino que se forman en el momento de la decisión. Esto significa que, dependiendo de cómo se nos presentan diferentes opciones, podemos inclinarnos por una u otra. Por ejemplo, al llegar a casa por la tarde, elegimos nuestras prioridades de ocio, como ver una serie o leer un libro, y estas elecciones suelen estar guiadas por recomendaciones automáticas, comportamientos pasados o lo que observamos que hacen otras personas a nuestro alrededor”, concluye la experta.