‘Estoy brillando con ‘highlighter’, ¿no lo ves?’, le preguntaba Rosalía a J Balvin en Brillo. Corría el año 2018 y la compositora catalana se abría paso a través de letras que conseguían reflejar un deseo estético –y vital– que pasaba por huir del minimalismo al que nos habíamos aferrado últimamente. Los nuevos aires feministas exigían pieles más jugosas, iluminando el camino que aún estaba por recorrer.
Pero el poder evocador del brillo siempre había estado ahí, latente: dos décadas antes de que La Rosi abogase por el glow, Nuxe se preparaba para enseñarle al mundo su aceite Huile Prodigieuse Or, la versión iridiscente de un producto de culto que llegó a las farmacias en 1991 y se convirtió de manera inmediata en un bestseller.
La fórmula original con siete aceites esenciales –uno de sus emblemáticos frascos también se vende cada siete segundos en todo el mundo– daría lugar a otras declinaciones a lo largo de los años, privilegiando la iridiscencia y las notas florales. Ahora, con la mirada puesta en las necesidades y querencias estivales, la firma francesa fundada por Aliza Jabès presenta Huile Prodigieuse Or Florale, un aceite seco que invita al juego, al tiempo que hidrata, nutre y repara.
“Funciona como un tratamiento iluminador exprés”, adelanta Ingrid Longuet, directora de Formación y Comunicación Científica de Nuxe, sobre este cóctel con notas de azahar, magnolia y una sutil base aterciopelada de almizcle blanco. ¿Pero cómo lo aplicamos sin errar en el gesto? La experta responde. “En el rostro, valiéndonos de una brocha plana o con las yemas de los dedos y a través de pequeños toques en aquellas zonas que captan la luz: los pómulos, el puente de la nariz y sobre las cejas”, detalla.
Pero su poder trasciende la imagen de belleza despreocupada de un cutis perlado. “También se usa para resaltar el escote, los hombros y las piernas”, continúa Longuet. “Y en el cabello aportará un toque de brillo en largos y puntas; iluminándolo con reflejos dorados”. Partículas nacaradas de origen natural que se encapsulan y nos confieren un inequívoco brillo dorado, sinónimo de verano (y de todo lo que vendrá).