Una de las últimas veces que hablé con mi amama, le pregunté por el Benja. A punto de cumplir 89 años, recordaba como si fuera ayer las primeras veces que frecuentó ese bar que ya existía cuando se mudó a Vitoria-Gasteiz siendo adolescente. “Yo no entraba sola porque entonces las mujeres no entraban solas a los bares, pero mi hermano volvía piripi más de una vez porque algunos vinos los pagaba y a otros le invitaban”, me contó risueña. Muchos fieles clientes como ella lo han visto evolucionar y cambiar de manos, pero ese espíritu familiar que le caracteriza desde que abrió en 1948 se mantiene intacto casi ocho décadas después. “Yo sé lo que bebe el 80% de la gente que entra”, dice Josu Ramos (Vitoria-Gasteiz, 31 años), propietario del establecimiento desde hace menos de un año.
El Benja se llama así por su primer dueño, Benjamín Andrés, quien con sus gildas y cazuelitas de callos y caracoles dio una alegría a una ciudad sumida en la posguerra —con su consecuente escasez de bares—. Una foto en el exterior del local recuerda esos tiempos en los que Benja sacaba adelante el negocio junto a su mujer, Josefa González de Aspuru, y su hijo, Javier, que más tarde lo heredó. “Javi vive aquí arriba y viene todas las mañanas a tomar el café”, asegura Josu.

La familia Andrés hizo del Benja un bar de confianza hasta 1982, pero es la de Ramos la que lo sigue haciendo desde 2001. Primero fueron sus padres, Carlos y Ana, con Josu echando una mano de vez en cuando en la barra, quienes lo llenaron de parroquianos ávidos de un buen pintxo —sobre todo de su famosa tortilla de patata— y un buen trago. Sin embargo, esa misma gente presenció, muy a su pesar, el cierre del establecimiento por la jubilación de Carlos a finales de 2023. Entonces, Josu trabajaba en la gerencia de un restaurante de cocina creativa y no tenía intención de tomar las riendas del que había sido el negocio familiar durante más de 20 años. Pero un año después, y sin ningún comprador del bar a la vista, cambió de opinión. “Estuve trabajando con mis padres siete años y cuando me fui, tenía pensado dejar la hostelería [se graduó en Economía e hizo un máster en gestión orientada al deporte], pero me llegó lo del restaurante. Sobre el papel pintaba muy bien, pero no cuajó. Me di cuenta de que me gustaba la hostelería, pero que me gustaba esta hostelería”, remarca tomando un café en una de las mesas del local, con su perrita Kena a sus pies.

Describe esa hostelería que sí le convence como “familiar, de barrio”. “El trato con los clientes es muy personal, me vienen con una sonrisa porque en muchísimos casos ya han traspasado la barrera del cliente y son amigos, y eso es un privilegio”, afirma. Se confirma cada vez que alguien entra por la puerta y le saluda por su nombre a él o incluso a su perra. Subió las persianas del nuevo/viejo Benja el 19 de diciembre de 2024 y desde entonces no ha habido un solo día en el que no llene el bar. “Cuando abrí, no me esperaba para nada que viniera toda la gente de antes, y fue superfuerte. No hay un día que no hayamos estado a tope, desde el minuto uno, y eso es muy heavy”, reconoce.
La llegada de Josu ha supuesto una continuidad y a la vez una renovación para el Benja. Han vuelto los fieles de toda la vida, pero también ha atraído a una nueva clientela joven que ha descubierto este lugar escondido en un pintoresco soportal con arquillos en el número 5 de la calle Ramiro de Maeztu. “Independientemente de que yo antes trabajara aquí, era el bar de mis padres. Ahora ven que es el bar de un chaval y es diferente”, considera él. Es diferente, por ejemplo, la oferta de vinos, que Josu trata con especial mimo y ha ampliado la carta con propuestas de bodegas alavesas más pequeñas y desconocidas, como la de Eguren Ugarte o Sance. También ha introducido cervezas artesanas vascas, como la Imparable de Basqueland o la Kloratipa de Saltus. “Es un pequeño guiño a intentar rejuvenecer… o no rejuvenecer, sino atraer a todos los públicos”, admite Josu.

Lo que no ha cambiado, casi, es la oferta gastronómica. Las tortillas que preparaba su madre, Ana Barredo, nunca llegaban a enfriarse en la barra porque prácticamente antes de salir ya tenían todas las porciones adjudicadas. También era un clásico su pintxo de jamón, huevo, mayonesa, pimiento verde y anchoa de Santoña; o sus tostas de ahumados (sardinas, salmón o bacalao), con toques de alegría riojana o encurtidos y cebolleta. Cuando Josu tomó las riendas del negocio después de su paso por el restaurante de cocina creativa, su idea era ofrecer un concepto diferente, pero después de que al abrir su madre siguiera haciéndose cargo de la cocina mientras buscaban un segundo cocinero, se dio cuenta de que era un error. “Le dije: ‘Mientras estés tú sola, empezamos a darle así y ya está’. ¿Qué pasó? Que la primera semana todo el mundo empezó a difundir que había vuelto, que tenía los mismos pintxos, que todo seguía igual. ¿Cómo lo voy a tocar? Estuvo muy bien, porque me habría confundido. O igual no, pero vamos, que lo acertado de verdad ha sido volver a lo que hacíamos de toda la vida”, reconoce.



Esos mismos bocados elaborados con las mismas recetas siguen volando de la barra, pero también ha introducido nuevos y llamativos pintxos que despiertan la curiosidad de los clientes. Como el de ensaladilla de col lombarda con cebolla, manzana y alioli, que acompañan de mayonesa siracha. “El estilo es el mismo, no hacer pintxos calientes porque no nos gusta recalentarlos, hacer bocatas a la mañana, tostas al mediodía y a la tarde bocatitas”, resume. También ha sido suya la idea de replicar a su manera la gilda de boquerón y cebolla morada del restaurante Casa Areso, de Murguía (Álava). “La quería meter porque tengo muchos recuerdos de ir al Areso con mi novia, que a mi novia le encanta esa gilda”, cuenta sonriente pocas semanas antes de que esa novia se convierta en su mujer, tal y como va contando a la clientela. Precisamente, otra de las novedades es que está poniendo el bar puntualmente a disposición de eventos y fiestas como prebodas, caterings o experiencias gastronómicas lideradas por chefs amigos. “Me parece interesante probarnos en otro tipo de hostelería menos convencional para ver cómo nos movemos en ella”, asegura.
Josu es pelotari y se nota en el bar. En las paredes donde antes colgaban fotos suyas de pequeño jugando a pelota —“las quité porque me parecía muy egocéntrico”, confiesa riendo, aunque sí ha mantenido los trofeos— ahora hay un par de cestas y pelotas de cesta punta, además de cuadros de dantzaris —bailarines de danzas tradicionales vascas— y otros guiños a la cultura y los deportes vascos. El día de la entrevista, lleva puesta una sudadera del Alavés, pero asegura que en la tele del Benja no se emiten partidos de fútbol, sino de pelota. “Ahora he vuelto a competir en pelota, pero también he sido siempre muy futbolero y me gusta verlo, soy socio del Alavés. Pero también estoy un poco cansado de lo que representa el fútbol en general y creo que no me conviene el ambiente que genera en un bar, no es lo que busco. Prefiero darle visibilidad a un deporte minoritario que es el mío y que me apasiona”, garantiza.

Igual que mi amama y muchos vitorianos, Josu también guarda recuerdos del Benja desde su infancia. “Recuerdo venir a desayunar desde que tenía 10 años, antes de coger el autobús para ir a la ikastola, y luego a los 20 para ir a la universidad”, comparte. Ha pasado casi un año desde que el local es suyo y confiesa que está muy contento. Cree que sus padres también lo están. Dice que no le han dado ningún consejo sobre cómo llevar el negocio, que le han “dejado fluir”, y lo agradece: “Indirectamente, han estado siete años aconsejándome porque yo todo lo que sé de la hostelería lo sé por ellos. Me muevo como me muevo porque he visto a mi padre y no le he preguntado cómo lo hace, pero lo he copiado. O he visto cómo trata mi madre a la gente y lo he copiado. Al final el consejo ha sido trabajar bien juntos. Mayor consejo que ese no puede haber”.
Benja
- Dirección: calle Ramiro de Maeztu, 5 (Vitoria-Gasteiz)
- Instagram: @benjagasteiz
- Horario: de lunes a jueves de 9.30 a 15.00 y de 18.30 a 22.00. Viernes de 9.00 a 15.30 y de 18.30 a 23.00. Sábado de 10.00 a 15.30 y de 18.30 a 23.00. Domingo cerrado.
