Uno tras otro, se van abriendo más armarios con cientos de bolsos, joyas, pieles, prendas de vestir. Van desde abrigos de visón con motivos ópticos de los años sesenta o baguettes tachonadas de lentejuelas en colores ácidos o trajes de baño dedicados a Moana Pozzi, diseñados por Lagerfeld a principios de los noventa, hasta los looks de la última colección dedicada al centenario, cuyos secretos nos desvela Silvia Venturini Fendi (Roma, 1961).
A la izquierda, Clara lleva abrigo de visón con trabajo de chevrón en tres colores, de otoño-invierno 1966/67. Stella, vestido de piel de cabra, de otoño invierno 2001/02. Los sombreros de piel de cordero son de otoño-invierno 2019/20.Fotografía: Théo de Gueltzl / Estilismo: Luca Galasso
«De niña, la puerta que me encontraba de frente al cruzar el umbral del atelier de Via Borgognona me parecía enorme”, rememora Venturini Fendi, directora artística de accesorios y moda masculina de la firma que lleva su apellido. “Cuando la abría, sentía que entraba en el País de las Maravillas. La idea de pedir a Dardo y Tazio [sus nietos, hijos de Delfina Delettrez Fendi] que abrieran un enorme portón para dar inicio al último desfile nace un poco de ahí, de mis recuerdos de infancia. Debía de tener cinco o seis años cuando Karl Lagerfeld quiso que hiciera de modelo de pasarela y salí con un pequeño vestido de amazona. Quise hacer lo mismo con mis nietos”. Así fue, en efecto, la apertura de su última colección, dedicada a celebrar el centenario de Fendi. Quién sabe si Edoardo y Adele Fendi, matrimonio que en 1925 abrió en Roma una pequeña tienda de estolas y peletería en Via del Plebiscito, llegaron a soñar alguna vez con que su nombre se convertiría en símbolo de lujo internacional. Con motivo del glorioso aniversario de la casa italiana, Vogue ha querido recorrer su historia, década a década, a través de los recuerdos de Silvia Venturini Fendi.
De qué concepto partiste para crear esta colección del centenario de la firma?
De las emociones. Quise evitar una colección antológica. Mi manera de mirar el archivo no es científica, nunca podría serlo. Parte del corazón. Del recuerdo de un vestido que llevaba mi madre. De un abrigo de piel de mi tía Carla. Los recuerdos afloran de forma natural. Me gusta llamar a esta actitud ‘Fendiness’. Cuando empecé a pensar en la colección, me dije: “Quiero que la gente salga del desfile amando Fendi tanto como yo. Quería celebrar los cien años de Fendi fascinando a la gente para los próximos cien”.
¿En qué momento te dijiste: ‘Bien, he acertado’?
Cuando leí las cartas y los comentarios que me fueron llegando. Se cumplieron mis expectativas, pero lo que más me emocionó de todo fue el abrazo de dos jueces implacables de mi trabajo: mi madre y mi tía Paola.
¿Cómo empezaste a trabajar en la empresa? ¿Qué edad tenías?
En realidad, siempre he estado en el negocio, desde mi primer desfile (ríe). Recuerdo que ya a los trece o catorce años, al terminar la educación obligatoria, quería dejar los estudios para ponerme a trabajar. Así que fui a ver a mi abuela Adele, que en ese momento era la cabeza de familia, y me dijo: “Está bien, no hay ningún problema, pero tienes que empezar desde abajo. Mañana falta la telefonista, así que empezarás por ahí”. Me bastó un solo día en la centralita para darme cuenta de que no quería aquello. Poco después, ya estaba de vuelta en el pupitre.