El diálogo que une los vestuarios se desarrolla simultáneamente a otro nivel, el de la vida cotidiana y el de la artesanía más minuciosa, cada una complementando a la otra. «Se trata de una sensación de ligereza y color que se encuentra con la elegancia romántica», afirmaba la directora creativa.
«Gestos sencillos que esconden complejidad. Esta dualidad siempre me ha fascinado«. Y las fronteras pronto se difuminaron, haciendo del hombre y la mujer, de lo «cotidiano» y lo «especial», casi uno.
El resultado es una moda pensada desde los tejidos, pero ligera para la imaginería asociada a ellos. Hecha de patrones que cambian definitivamente su morfología, también declinada en clave natural: desde flores impresionistas estampadas sobre capas irisadas, bordadas en margaritas de rocío o esculpidas como irónicas flores de sol, hasta diminutos ramilletes pintados sobre guipur floral de dibujos animados.
Este es el resumen de la elegancia romántica de la que habla Silvia Venturini Fendi, a veces desenfadada -entre dobladillos de globos con volantes, blazers cortos y amplios abrigos de algodón- y otras alegre -gracias a la paleta de colores primarios y pasteles que son para la vista «un bálsamo, un shock terapéutico»-.