El desgaste emocional (y físico) de quejarse por todo lo que te pasa en el trabajo

El desgaste emocional de quejarse por todo

No revelamos nada nuevo al afirmar que el empleado moderno suele ser un empleado estresado. De hecho, un alto porcentaje de trabajadores aseguran que su trabajo es extremadamente estresante, y también son muchos los que lo consideran el factor más estresante en su día a día. A priori, hablar con un colega sobre el malestar que nos produce nuestro trabajo podría parecer una buena forma de desahogarse. Pues sí y no. Un estudio publicado por Organization Studies sugiere que, aunque supone desgaste emocional y físico, quejarse del trabajo puede ayudar a mejorar las relaciones con los compañeros dentro de un equipo y hacer que los empleados se sientan mejor, sobre todo si esas quejas tienen un tono de humor. Pero sentarse al lado de un quejica crónico puede afectar a nuestro desempeño y a nuestro estado de ánimo de forma significativa.

Para Silvia Álava, psicóloga y experta en salud estamos confundiendo los términos. “Una cosa es la ventilación emocional, que se produce cuando somos conscientes de nuestras emociones y las verbalizamos. Este proceso puede ser muy positivo, porque nos permite conectar con lo que sentimos y necesitamos. Sin embargo, esto no tiene nada que ver con la queja continua, detrás de la cual puede haber un sentimiento de ira, y con esto lo que estamos generando es un mal ambiente en el trabajo, tanto para nosotros mismos como para los demás. Nos limitamos a exponer lo que consideramos que está mal pero siempre poniendo el foco de la culpa en los demás, instalándonos en el papel de víctima y esperando que los demás cambien. Esto no tiene ningún efecto positivo y lo único que se consigue es mermar la energía. Por eso es muy importante distinguir entre la ventilación emocional y la queja”, aclara.

Todos nos quejamos en mayor o menor medida. Como comenta la experta, en ocasiones es agradable dar rienda suelta a nuestras frustraciones y buscar consuelo en otras que se sientan identificadas. Sin embargo, y aunque a veces pueda parecer que hay buenas razones para quejarse, a los seres humanos a veces nos cuesta pedir ayuda. “No todo el mundo se siente cómodo con la vulnerabilidad que supone sentarse con alguien y confesarle que está descontento, sobre todo en el trabajo. Pero quejarse, siempre desde la asertividad, puede incluso hacernos sentirnos más poderosos, algo que nunca va a suceder si nos instalamos en la queja crónica”, asegura la psicóloga.

“Si nos quejamos demasiado significa que tenemos un locus de control externo –en psicología se refiere a la creencia de que las fuerzas externas o factores fuera del control de las personas tienen un impacto significativo en su vida y sus resultados–, por lo que atribuimos lo malo que nos pase a los demás, lo que nos conduce a quejarnos y a apiadarse de nosotros mismos, asumiendo el papel de víctimas. Esto, al final, no es para nada una buena estrategia, porque como los demás no cambian nosotros seguimos quejándonos sin hacer nada para cambiar la situación”.

El quejica crónico o cómo enfrentarse a las adversidades

La queja constante, por lo tanto, puede convertirse en un hábito nocivo que nos puede conducir a ver nuestra vida mucho peor de lo que realmente es, pero los quejicas crónicos no suelen verse a sí mismos como personas negativas, sino más bien como personas que siempre salen perdiendo, de modo que les suele costar mucho más enfrentarse a las adversidades de la vida. “La resiliencia es esa capacidad que después de haber accedido a una situación que es adversa, podamos volver a nuestra situación de origen. Algunas personas, incluso, se crecen ante la adversidad, pero eso implica hacer cosas por mejorar, si somos quejicas empedernidos lo que hacemos es establecernos en ese locus de control externo en el que creemos firmemente que no podemos hacer nada porque, como siempre, la culpa la tienen los demás”

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