El epitafio de Ramón Lobo, la atracción hipnótica por los crímenes, un elogio de la ligereza y otros libros de la semana | Babelia

Ramón Lobo
Ramón Lobo, en unas jornadas sobre periodismo en A Coruña en noviembre de 2012.Cabalar (EFE)

“Los sucesos, de los romances de ciego al true crime, excitan nuestra curiosidad más o menos culpable y, además, el acontecimiento excepcional permite contemplar o redescubrir el pasado”, escribe Daniel Gascón en su crítica del libro Crímenes pregonados, un ensayo de la profesora de literatura Rebeca Martín que recrea varios casos de asesinatos ocurridos entre 1770 y 1892 que marcaron su época e inspiraron romances, novelas o películas. Casos luctuosos como el que cuenta Mario Cuenca Sandoval en Aurora Q., una historia que arranca con dos niños de aspecto salvaje que emergen del bosque para ejecutar una matanza que copará titulares en la España de 1981.

Nuestro libro de la semana es Ciento veinticuatro huecos, en el que, acompañada por Anne Carson y Simone Weil, Begoña Méndez realiza una investigación literaria en torno a la palabra amor. “¿Será que cuando amamos lo hacemos con todas las historias de los que ya amaron antes que nosotros rondándonos la entraña?”, se pregunta la también escritora Luna Miguel en su reseña de este interesante título.

Otros libros destacados de la semana son Pensión Lobo, el libro póstumo del periodista Ramón Lobo, que aporta valiosas lecciones para disfrutar la vida y aprender a morir; Cisne y murciélago, título de Keigo Higashino, máximo exponente del género policial y que escribe para que sus lectores comprendan “cómo piensan, aman y odian los japoneses”; Recuperar tu nombre, que Juan Álvarez escribió para demostrar la inocencia de su padre, envuelto en Colombia en un caso de corrupción; y La ligereza, ensayo de Juan Cárdenas que encuentra la gran diferencia entre la sencilla brillantez de los textos y la anorexia estilística, en tiempos de la motosierra y sus barbaries simplificadoras: “No todo lo ligero es transparente”.

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