¿Qué es Pulp para un chaval de 25 años? Mejor dicho, ¿qué puede ser? Una banda pasada de moda, los de ‘Common People’… O una adolescencia entera. Mi yo de 17 años siempre fantaseó con vivir en primera persona la era dorada del britpop y, con el regreso de grupos como Oasis o Blur, ese sueño nunca había estado tan cerca de cumplirse. Puede que nunca más lo esté. No sé si lo que vi ayer en la primera jornada de Bilbao BBK Live es realmente comparable a lo que era Pulp en los 90, pero no puede estar demasiado lejos.
Jarvis Cocker emerge entre las icónicas siluetas de sus compañeros de grupo al son de ‘Spike Island’ y desde esos primeros momentos uno no puede evitar preguntarse si este se ha criogenizado a lo Walt Disney o si ha vendido su alma al diablo como Bart Simpson. Si no fuera por su canosa barba, diría que el tiempo no ha pasado por él. Su voz sigue intacta, al igual que su presencia escénica, las peculiaridades que la acompañan y su infinita energía. Él es la estrella del concierto y una absoluta fuerza de la naturaleza. Es el que se recorre el escenario de arriba abajo, el que tiene un repertorio inacabable de movimientos y el que se atreve a hablar en euskera de vez en cuando. “¿Queréis venir a la disco con nosotros?”, pronuncia Cocker en euskera, a duras penas.
Los mejores momentos extramusicales del show son todos protagonizados por él. En un momento dado, Cocker pregunta quién está a dieta. Acto seguido, le vemos tirando uvas a los presentes. Lo mismo, pero al revés. “¿Quién NO está a dieta?”, suelta de repente, pero esta vez lo que lanza son bombones. De alguna manera había que llenar las casi dos horas de concierto. Es tan random como la performática intro de ‘This Is Hardcore’, que por otro lado nunca ha sonado mejor. Los visuales, psicodélicos y con un punto diabólico gracias a un rojo que tiñe el escenario por completo.

La primera sonrisa de mi yo de 17 años llegó con ‘Sorted for E’s & Wizz’ y ‘Disco 2000’, interpretadas una detrás de otra. En la primera, unas brillantes luces de colores buscaban emular el viaje de speed y éxtasis del que habla la canción. La segunda desembocó en una celebración colectiva. Es sin duda una de las canciones más queridas de Pulp y ayer se demostró en vivo.
‘Do You Remember The First Time?’ y ‘Babies’ protagonizaron algunos de los momentos más eufóricos del set. Por alguna razón, a nivel personal, las canciones de ‘His ‘n’ Hers’ me transmiten un sentimiento nostálgico mucho más intenso que el resto de sus discos. Me sorprendió de grata forma la reacción del público a la primera de estas, ya que no la consideraba tan amada. Cocker también aprovechó para aclarar que se trataba de la primera vez del grupo en BBK. Seguro que no nos olvidaremos de ella.
La fiesta final con ‘Common People’ definió la totalidad del concierto, siendo uno centrado en convertir el pop en espectáculo y resultando totalmente exitoso en ese sentido (y todos). La imagen de Cocker cantando delante de un amanecer artificial en ‘Sunrise’ no se irá fácilmente de mi cabeza. Igual que tampoco olvidaré fácilmente el precioso ‘sing-along’ con ‘Love & Hate’ al terminar el concierto de Michael Kiwanuka. Por un momento, solo importó la música.
Este concierto resultó muy diferente al de Pulp. Fue un espectáculo en sus propios términos, sí, pero lo de Kiwanuka se planteaba desde el principio como una experiencia espiritual. La banda, formada por 11 personas vestidas de blanco, incluía un dúo de cuerdas, piano, teclas, bajo, guitarras y tres increíbles coristas. El escenario estaba iluminado de manera elegante, a la vez que podía ser la casa de alguien que sufre de cleptomanía: lámparas varias, una estatua de Buda… Y, por supuesto, tampoco faltaba el incienso quemándose.

‘Place I Belong’ y ‘One More Night’ mostraron los dos registros sobre los que el músico londinenses iría basculando durante el set. Kiwanuka se movió constantemente entre la emoción, con temas como ‘Floating Parade’ o ‘Solid Ground’, y la pasión, con el rock lisérgico de piezas como ‘You Ain’t The Problem’ o ‘Rolling’. Se trata de un concierto sólido como pocos. En la cabeza de los músicos no hay otra cosa que lo que tienen que tocar. De esta forma, hay momentos de verdadera dicha musical.
La épica progresión de ‘Black Man In a White World’ lo acaba convirtiendo en un tema monumental, mientras que ‘Home Again’, con toda la banda dejando el escenario a excepción de las cuerdas y el teclado, derritió los corazones del público. «Os dedico esta canción por ser tan amables con nosotros esta noche», confesó un tímido Kiwanuka que se ganó totalmente el favor de los presentes. Eso de dejar cantar al público alguna sección o de involucrarlos de cierta manera, como suele pasar en los festivales, no existió en el set de Kiwanuka. Tampoco lo echamos de menos. Cuánto más hubiese de la reconfortante voz del artista londinense, mejor.
En cuestión de virtuosismo, Ca7riel y Paco Amoroso eran los únicos que podían hacer frente a la solidez absoluta de Kiwanuka. El dulce momento que está viviendo el dúo argentino parece no tener fin, viniendo de anunciarse como teloneros de la gira latinoamericana de Kendrick Lamar. El hecho de que ‘#TETAS’ y ‘Not Like Us’ hayan acabado formando parte del mismo concierto es digno de estudio.
El espectacular Movistar Arena de los argentinos era ellos en su máximo esplendor y utilizando todos los medios a los que podían acceder. En su versión para festivales no hay hinchables con su cara ni nada remontamente parecido a una ‘pit crew’, pero sí se mantiene todo lo demás. Siguen teniendo una actitud magnética y un sentido de la moda único: Paco se presenta con un traje morado y el pecho al aire, mientras que Ca7riel va todo de negro, con una (especie de?) boina como detallito.

Su concierto es un testimonio de su estatus como ídolos. Todo el recinto, abarrotado, se saben los estribillos de ‘DUMBAI’ o ‘BABY GANGSTA’, por no hablar de la parte de Paquito en ‘LA QUE PUEDE, PUEDE’, que siempre se roba el foco. Anoche, la parte más reconocible de ‘EL ÚNICO’ resonó en todo Kobetamendi. Junto con el de Pulp, se trató del concierto más coreado de la noche. Ca7riel y Paco ya son obligatorios de cualquier festival.
En otro orden de cosas, el concierto de pablopablo se vio beneficiado por la cancelación en el último minuto de Wunderhorse, que obligó a la organización a hacer un reajuste de horarios. Así, Raya Diplomática entró en la programación principal después de haber actuado en los conciertos urbanos, Hinds pasaron al escenario más grande y pablopablo retrasó su actuación hasta las 19:15. El concierto del artista madrileño se podía medir en cuántas veces sentías los pelos de punta.
No estoy acostumbrado a ver a Pablo en escenarios tan grandes, siendo el segundo mayor del festival, y lo llena con creces pese a la intimidad de muchos de sus temas. ‘Dónde Estás’ y ‘Otra Vida’, dos de sus mejores canciones, presentan un set en el que ‘Canciones En Mi’ es protagonista absoluto. El público ya conoce la magia de ‘Vida Nueva’ y así lo hace saber. Por otro lado, ‘Todavía’ y ‘De Vez En Cuando’ son los instantes más sensibles del concierto, con Pablo casi entrando en trance durante esta última. Y no le culpo.

El aura ensoñador del concierto de pablopablo continuó durante el set de Japanese Breakfast. Inmediatamente, entramos en un universo de dream pop, disco y reverb. La voz de la cantante Michelle Zauner está empapada de esto último y su interpretación a menudo es todo lo contrario que la música. Es decir, dramática e intensa. Costó, pero el público se fue animando a medida que avanzaba el set gracias a canciones como ‘Picture Window’, con outro de violín, o ‘My Baby (Got Nothing at All)’. Hacia el final del concierto, este ya se había convertido en toda una fiesta. Y todavía les quedaban ganas de más: «Nos vemos esta noche en la pista con Pulp».