‘Willoughby’s Interlude’: 7:27. Ethel Cain hace muchas cosas en su último disco. En este caso, transgrede la noción de lo que un interludio puede o debe durar en la música pop. Popularmente, se asocia el concepto de interludio a un tipo de composición o grabación muy breve, cuando no directamente a notas de voz grabadas de forma improvisada. Un disco de Janet Jackson -la reina de los interludios- ha podido contener la misma cantidad de ellos que de canciones.
El ejemplo más extremo es ‘Janet.’, su disco de 1993: de 28 pistas, 14 son grabaciones cortas, recitados de apenas segundos. ‘Morning’ sirve de intro, pero la mayoría, como ‘Hold On Baby’ o ‘Sweet Dreams’, se consideran interludios y están colocados entre canciones, en un intento de crear atmósfera. Más recientemente, Miley Cyrus ha tirado de ellos en su último disco.
Evidentemente, la intención de Janet siempre ha sido crear álbumes que transcurran en el estilo de una película. En el último largo de Ethel Cain, precisamente uno de los cortes, ‘Willoughby’s Theme’, es una referencia a la composición principal de una banda sonora. Pero, aunque ‘Willoughby’s Theme’ dura menos (4:44) que ‘Willoughby’s Interlude’, uno es un interludio y el otro no.
El origen del interludio se remonta a los intermedios de la ópera y el teatro de siglos pasados, que dividían los actos a través de piezas musicales breves interpretadas durante este descanso. También denominado «entreacto», el descanso entre actos de una obra de teatro u ópera solía incluir la interpretación de una composición musical breve que hilaba un acto con otro. Según la RAE, estos interludios los «ejecutaban los organistas entre las estrofas de una coral, y modernamente se ejecuta a modo de intermedio en la música instrumental».
La evolución del interludio de la ópera y el teatro a la música popular ha quedado plasmada históricamente en discos de todos los géneros. En la música del siglo XX, artistas como Marvin Gaye en ‘God is Love’, o los Beatles en ‘Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band (Reprise)’, colaban en sus discos composiciones que repetían pasajes musicales previos que unificaban la obra. El conocido «reprise» es, en esencia, un interludio.
Sin embargo, no porque una grabación sea extremadamente breve es un intermedio: ‘Wild Honey Pie’ de los Beatles no lo era aunque durase 52 segundos, ni ‘You Suffer’ de Napalm Death aunque fuera apenas un segundo de grito infernal, simplemente porque, dentro de sus respectivos álbumes, no cumplían esa función. ‘Fertilizer’ de Frank Ocean, en cambio, sí lo es aunque no lo explicite en su título. Ubicada entre dos grandes canciones del álbum, ‘Thinkin’ About You’ y ‘Sierra Leone’, ‘Fertilizer’ ofrece 39 segundos de música inspirada en los jingles televisivos. Como un anuncio publicitario colado en ‘Channel ORANGE‘ (2012), responde directamente al concepto del disco.
Precisamente el hip-hop y el R&B son los grandes géneros musicales -ambos de origen afroamericano- que han puesto en valor el interludio en la música pop. Su uso se remonta a los primeros mixtapes y pinchadas del género, y se parecía más a los tipos de interludios que se oyen actualmente, ya que no solo eran piezas musicales, sino también intermisiones habladas o gritadas. Por supuesto, el interludio adopta un carácter cómico en los conocidos «skits» que aparecen en discos de grupos como De La Soul en los 90. Últimamente, Eminem o Bad Gyal han incluido «skits» en sus obras.
Aunque Frank Ocean es autor de probablemente el peor interludio de la historia, ‘Facebook Story’, también le ha hecho justicia en ‘Solo (Reprise)’. Algunos interludios de R&B son verdaderas obras de arte, como ‘All Night Parking’ de Adele (prácticamente una canción) o ‘Wavy’ de SZA. ‘James Joint‘ de Rihanna es icónico: con ‘Wavy’ comparte compositor, James Fauntleroy (y se nota).
Ojo, quienes han puesto en valor el interludio lo han hecho también, en los últimos tiempos, de manera más o menos voluntaria: por un lado, la artista llamada Aaliyah’s Interlude (curiosamente, Aaliyah no era tan dada a incluir interludios en sus discos). Por otro, Rosalía: la pista titular de ‘Motomami‘ (2022) era un interludio. El pequeño trozo de jazz de ‘Saoko’, casi que también.
El rock tampoco ha huido del interludio. ‘Nangs’ de Tame Impala era directamente la pista 2 de ‘Currents‘. Uno de los cortes del último álbum de Carolina Durante se titula ‘Interludio’… ¿en homenaje a Extremoduro? Y el disco ‘Smells Like Children’ (1995) de Marilyn Manson incluía algunos tan provocadores y NSFW como ‘Fuck Frankie’. Marilyn Manson, cuidando la atmósfera.
En el último lustro, el concepto de interludio ha experimentado una nueva evolución gracias a las redes sociales. Los artistas ya no necesitan acudir al estudio para grabar 11 segundos de texto random; ahora pueden grabar notas de voz en WhatsApp e incluirlas directamente en sus discos.
Recientemente, tanto Ariana Grande en ‘Saturn Returns Interlude’ como Sen Senra en su trilogía más reciente o Aitana en ‘Cuarto azul‘ han utilizado notas de voz caseras para hilar narrativamente sus discos, a menudo de manera excesiva y nada creativa. Como si escuchar siete minutos de audio de voz en la vida real no fuera suficiente, los artistas llenan sus discos con mensajes de voz que solo les interesan a ellos.
El interludio funciona mejor cuando cumple el propósito de sostener una atmósfera radiofónica (‘Smoove Jones’ de Mya; sí, la de ‘Lady Marmalade’) o cinematográfica: en ese sentido, ‘Hurry Up Tomorrow‘, de The Weeknd, quien comparte con Lana Del Rey el interludio más reproducido en streaming, no sería el mismo disco sin sus interludios, básicamente porque no se entendería.