No son los dos equipos más entonados de la Euroliga. Tanto el Armani Milán como el Real Madrid son dos conjuntos con muchas dudas y demasiados miedos. Los dos veían al rival como una oportunidad y fue el Real Madrid el que acabó cediendo (85-76), con demasiada facilidad, ante un oponente que supo encontrar todas sus debilidades para dejar al conjunto de Chus Mateo una semana más sin victorias como visitante (lleva un balance de tres victorias, todas en el WiZink Center y cinco derrotas).
Ettore Messina urdió una defensa muy cerrada para evitar que los exteriores pudieran encontrar fácilmente a Tavares. Por fuera, Facundo Campazzo no es el base endemoniado al que todos temen. Es como si hubiera perdido una velocidad y parte de su clarividencia. El quinteto no mueve el balón con la rapidez ni la fluidez de los buenos tiempos. Y sin su base y su torre, el Madrid es mucho menos Madrid. La forma de compensar la falta de inspiración que ahora mismo tienen los de Chus Mateo es el esfuerzo defensivo. Pero ahí tampoco brilló el equipo blanco. Durante la primera mitad concedieron muchos tiros cómodos a los italianos, que aprovecharon esta invitación para llegar a tener 15 puntos de ventaja (33-18).
Entre Dimitrijevic y Causeur lograron minimizar a Campazzo. Chus Mateo tampoco encontró una alternativa. Nadie dio un paso al frente. Tras el descanso, se vio un destello. Un espejismo, en realidad. Durante unos minutos el base del Madrid encontró a Tavares y con algo más de confianza y los puntos de Hezonja e Ibaka llegaron a ponerse a dos puntos. No supo terminar de remontarle a un equipo, el Milán, que aprovechó el descanso para rendir homenaje al Chacho Rodríguez.
Los de Messina reaccionaron para cerrar la puerta para siempre al Real Madrid. Zach LeDay comenzó a castigar el aro blanco y este equipo tan dubitativo acabó derrumbándose aparatosamente para que el Mediolanum milanés se convirtiera en una fiesta, con 80-58 en el marcador, para celebrar que estaban machacando a un gigante de Europa. No hubo capacidad para darle la vuelta al partido. Tampoco demasiado carácter en un Madrid, por momentos conformista, que no levanta cabeza.
