El mejor fijador de cejas, low cost y ultra duradero
El aspecto de las cejas siempre ha sido mi obsesión. Básicamente porque apenas tengo pelo en esa zona (a pesar de no haberme excedido nunca con la pinza, ni tampoco sucumbido a depilaciones dosmileras de las que ahora nos arrepentimos) y, precisamente por esa falta de vello, debo decir que me he convertido en una auténtica experta de su cuidado y maquillaje. De hecho y aunque esté mal que yo lo diga, a menudo me felicitan por “lo bonita que es la forma” o lo “frondosas que parecen”, a lo que siempre respondo, no sin cierta carga de orgullo, con un: “gracias, no vienen de serie. Me las he hecho yo solita”.
Pues bien, en ese eterno proceso de prueba y error en el que me embarqué cuando me propuse dar con la rutina de cejas perfecta, de vez en cuando tengo la suerte de descubrir joyas ocultas que bien merecen su minuto de gloria. Mi último hallazgo: el gel fijador Super Lock, de Maybelline NY. Un clásico low cost y efectivísimo en su cometido que aún no había probado —no sé muy bien por qué—, pero que me ha sorprendido muy, pero que muy gratamente. Y a estas alturas, eso no es fácil.
“Este fijador de cejas es cemento armado”
Aunque siendo honestos, no puedo atribuirme este descubrimiento. “Prueba esto. Es, literalmente, cemento armado para las cejas. Y además no las deja extremadamente rígidas, ni tampoco deja residuo blanquecino, ni las acartona”, me dijo mi amiga Claudia —mi gurú de belleza desde la adolescencia, con el radar siempre afinado para los buenos cosméticos y los mejores tips— mientras nos maquillábamos en su casa antes de salir a cenar, hace cosa de un mes. Su forma de venderlo me pareció, como poco, pretenciosa. Nada podía ser tan bueno por un precio tan bajo, ni mucho menos cumplir tantas promesas marketinianas en una sola pasada. “¿No estarás yendo a comisión?”, le dije. “Tú pruébalo y luego me cuentas”, sentenció. Dos minutos tardé en comprobar que, una vez más, tenía razón.
Mis cejas no solo aguantaron perfectamente peinadas, sino que el efecto era tan pulido y natural que, desde que lo uso a diario, más de una amiga me preguntó si me había hecho un laminado profesional. El producto, además, no apelmaza, no brilla en exceso y permite moldear y estirar la forma con precisión sin necesidad de ser una experta (incluso consigue alisar las fibras en caso de que tus cejas tiendan al rizo), levantando la mirada y consiguiendo el ansiado efecto foxy eye con tan solo un par de pasadas. En resumen: es ese tipo de cosmético que no vive de promesas vacías ni orquestadas campañas publicitarias; ese que se gana tu confianza desde el primer uso y que, a partir de entonces, se convierte en imprescindible. ¿El truco? Aplicarlo con movimientos ascendentes y dar forma mientras aún está fresco. Una vez se seque, ya no habrá vuelta atrás.