El pensamiento útil para sentirse bien y ser feliz
La felicidad se trabaja. Y el bienestar también. Y dejar ambos estados (de gloria) en manos de los demás es un error bastante frecuente. Por eso resulta muy interesante la manera en la que aborda este tema la psicóloga María Jesús Álava en su nuevo libro Que nadie manipule tus emociones (La esfera de los libros). En uno de sus capítulos dice una frase que deberíamos memorizar a modo de mantra cuando entremos en esa espiral tóxica de quejas cotidianas y domésticas con las que, sin querer, estamos dejando nuestro bienestar en manos ajenas. “Si para sentirte bien dependes de cómo reaccionen los demás, has renunciado a lo fundamental: llevar el timón de tu vida”, dice. Y no lo dice solo por el terreno de las críticas o las reacciones que nuestras acciones pueden generar en los otros. Sino por el hecho de hacer cosas esperando que los demás respondan como lo haríamos nosotros. “Si aún sufres por lo que no recibes, plantéate que tu bienestar dependa de lo que das. Cuando lo consigas, alcanzarás la auténtica libertad, tu libertad emocional”, rezan unas línea de su libro.
Hemos hablado con Álava sobre ello y la psicóloga, con una larga trayectoria profesional analizando comportamientos y planteamientos erróneos que nos pueden dificultar alcanzar ese bienestar, lo resume así: “Una de las grandes lecciones que nos ofrece la vida es que cada persona es única y diferente, por lo que es un grave error pensar que los demás deberían actuar como lo haríamos nosotros. Es muy humano y normal que cuando estamos ofreciendo nuestra ayuda, nuestro tiempo, consejos, esfuerzos…, esperemos que la otra persona agradezca nuestra generosidad y nos correspondan de forma parecida. Pero esta reacción, tan automática, es una trampa; una trampa peligrosa que nos impide disfrutar de la vida, que nos hurta la posibilidad de sentirnos bien sobre la base de lo que hacemos y que condiciona nuestro bienestar a lo que recibimos. La generosidad por sí misma es una de las mejores emociones del ser humano, pues nos permite sentirnos bien ayudando, y eso depende únicamente de nosotros, de nuestra actitud”.
Generosidad sí, ingenuidad no
El dar sin esperar nada a cambio puede generar ciertas dudas sobre dónde está el límite. ¿Cuál es la línea que separa el no basar el bienestar en la reacción de los demás y el no malgastar el tiempo y la energía en relaciones que no valen la pena? La psicóloga resuelve el dilema de una manera sencilla: “Es importante que nuestra generosidad no esté exenta de racionalidad e inteligencia emocional; en el sentido de que nuestra energía, nuestro tiempo y nuestra actitud de ayuda y cooperación no sirvan para reforzar comportamientos egoístas. Conviene seleccionar bien quién recibe nuestra generosidad, para que esas personas que se sienten “superiores” o son narcisistas, para que esas personas que carecen de sensibilidad o empatía, no sean quienes reciban nuestros esfuerzos y se aprovechen de nuestra generosidad”, explica. Algo que se podría resumir en esa frase tan popular de “buena, no tonta…”. Y añade: “Con nuestro comportamiento transmitiremos que nuestra generosidadno implica ingenuidad. En definitiva, no dejemos que esas personas que no merecen nuestro esfuerzo consigan alejarnos de lo esencial. Mi experiencia profesional me indica, sin ningún miedo a equivocarme, que ‘cuanto más das, más tienes, y cuanto más acaparas, más te empobreces’”.
Un ejercicio práctico para poner en práctica este pensamiento
Esta idea de María Jesús Álava entronca con esa necesidad de entender el bienestar como algo que está en nuestras manos y que no debería depender solo de los demás (también del hecho de que si no nos cuidamos a nosotras mismas, no deberíamos esperar que los demás lo hagan por nosotras). Para empezar a poner en práctica esta actitud, Álava aconseja hacer un pequeño análisis de nuestras actuaciones. “Pensemos en la última vez que ayudamos a alguien, centrémonos en cómo nos sentimos, no en la reacción de la otra persona; intentemos volver a sentir esa emoción positiva a través del recuerdo de la situación que vivimos…, y, ahora, demos un paso al frente y propongámonos que el siguiente acto de generosidad que tengamos lo vivamos de forma muy intensa (con nosotros), enviando mensajes muy claros a nuestro cerebro del estilo de: ‘Ser buena persona consiste de verdad en dar sin esperar recibir y me voy a sentir bien haciéndolo. En ningún momento dejaré que esta emoción de bienestar se empañe por la reacción que puedan tener las personas a quienes ayudamos’. De esta forma, siempre nos sentiremos bien por lo que hacemos, al margen de lo que recibamos”, concluye. Centrarnos en lo que SÍ está en nuestra mano, sin encallarse en lo que depende de los demás, siempre es una estrategia de éxito, pero sobre todo, de BIENESTAR. Con mayúsculas.