Fue en 1928 cuando El pozo de la soledad llegó a las librerías británicas bajo la firma de su autora, Radclyffe Hall. Y fue también en 1928 cuando la autora se tuvo que enfrentar a un juicio en el que se le acusó de obscenidad y de promover el lesbianismo. Ahora, casi un siglo después, vuelve a las estanterías una versión en castellano de la editorial Dos Bigotes traducida por Gloria Fortún e ilustrada por Carla Berrocal que promete ser la edición definitiva de esta obra seminal, polémica y, como no podía ser de otro modo, censurada por una sociedad que intentó tras su lanzamiento acallar la voz de su protagonista, Stephen Gordon, una mujer que funciona como reflejo de la opresión que sufría el colectivo homosexual entonces.
Son casi 600 páginas y más de 50 capítulos los que componen esta historia de un icono lésbico que continúa celebrándose a tres años de cumplir el siglo de vida. Radclyffe Hall también se convirtió pronto en referente. Abiertamente lesbiana, revolucionó el mundo de las letras precisamente por vivir como quería en un momento, la época eduardiana, de enorme represión. “Mi padre me regaló por mi cumpleaños el libro, una edición antigua que encontró en la Cuesta de Moyano. En un principio no me llamó mucho la atención, pero, de repente, empecé a leerlo y no podía parar”, cuenta la ilustradora Carla Berrocal a esta cabecera. “El libro sigue siendo relevante porque hace genealogía lésbica y muestra lo que era ser lesbiana en la Inglaterra de principios del siglo XX. Es cierto que se narra desde el punto de vista de una mujer blanca y cis, privilegiada, pero no hace eso que deje de ser un testimonio válido o interesante de recuperar”, reflexiona. “Me parece que es un libro necesario. Son relatos que no hemos escuchado y construyen nuestra memoria”.
Esa soledad a la que alude el título del libro lo refleja la relación entre la mencionada Gordon, una mujer de la alta sociedad británica, que pronto tiene muy clara su homosexualidad, y su pareja, Mary Llewellyn, una conductora de ambulancia durante la Primera Guerra Mundial. Se enamoran y pronto se dan cuenta de que su noviazgo, visto con toda la naturalidad del mundo por la autora, no es permitido en las calles, lo que las condena a esa profunda soledad. Una novela, esta, que desafió normas de género y sexualidad desde su publicación.
“El libro es parte de nuestra historia de la literatura lésbica, de nuestro legado, de esa genealogía que el canon supuestamente universal, en realidad escogido por quienes tenían el privilegio de hacerlo, nos ha robado”, introduce la traductora Gloria Fortún. “Además, el personaje de Stephen muestra el cambio que vivieron las personas cuir en ese momento de la historia en que aparecemos en la sexología y hay un discurso público más compasivo que criminalizador. Al final, ‘El pozo de la soledad’ es un alegato a favor de la libertad de ser quienes queremos ser”, continúa. “Era una de las traducciones de mis sueños y durante todo el proceso me lo recordaba para seguir, incluso en los momentos más difíciles. Porque sí, es una responsabilidad saber que estás siendo el puente de uno de los libros más importantes de la literatura lésbica, que has de encontrar un lenguaje actualizado sin permitir que el texto pierda la voz de la autora. Ha sido un trabajo de creación duro pero bellísimo del que me siento muy orgullosa”. Una obra única que reclama el espacio que un día se le arrebató.