Las dos primeras personas con las que me topé a la salida del hemiciclo, tras el discurso de Salvador Illa, coincidieron en su diagnóstico: el president “pujolea”. Hay que decir que ambas personas son veteranos del Parlament, un diputado y un periodista, y que por tanto tienen muy presentes aquellos discursos de Jordi Pujol en los años ochenta, enumerando ejecuciones sin fin de carreteras, ambulatorios o polideportivos a todo lo largo y ancho de Catalunya, y despachando en el minuto final, con la concurrencia noqueada por la retahíla cansina, las dos o tres declaraciones que todo el mundo esperaba.
Y es cierto que Salvador Illa, en su segundo debate de política general, estructuró su discurso a partir de una sucesión temática de actuaciones, aunque también de proyectos futuros. Y también dejó para las últimas líneas el reto a sus socios para negociar los presupuestos y la promesa de buscar una salida a la financiación singular (con “serenidad”, porque con Illa todo respira sosiego).
La diferencia con Jordi Pujol es el barniz ideológico que siempre imprime Illa a sus discursos, ese tono socialdemócrata que resuena en afirmaciones como “la prosperidad compartida” -donde Pujol sólo hablaba de tener en cuenta “a los que se quedan atrás”- o la defensa de la intervención de los poderes públicos en el mercado de la vivienda (“la desigualdad se llama hoy acceso a la vivienda”). En este último campo, por cierto, estuvo la principal promesa: 210.000 pisos para el final de la legislatura, en colaboración con los ayuntamientos. Son muchos. Veremos.
El presidente socialista también ha asumido la batalla dialéctica contra el discurso anti-inmigración. Se refirió a ello en diversas ocasiones, afirmando: “La inmigración nos hace un país mejor”, y citando al escritor Paco Candel: “Esto no va, como pretenden algunos, de diferenciar entre catalanes y no catalanes. La diferencia es entre los que tienen y los que no tienen”. No es nueva esa bandera, y se corresponde con el momento histórico con mayor porcentaje de ultras en el Parlament y su empuje internacional. Al argumentario de Illa le falta bajar de las grandes afirmaciones a lo concreto, y desmontar las proclamas de la extrema derecha con datos.
¿“Pujolea” o no? Jordi Pujol no llegó a vivir como presidente la inmigración extranjera, pero consta que ha marcado distancias con la estrategia de Aliança Catalana, y recordemos aquello de ”és català tothom qui viu i treballa a Catalunya”.