Una increíble partitura sobre un fondo blanco. Loewe daba la bienvenida a sus invitados a su desfile primavera-verano 2025 situando una vez más en el centro a la creación aunque, en esta ocasión, la protagonista era la de hace ya unos siglos. Hace apenas unas horas, la enseña de origen español daba pistas sobre las nuevas influencias de su director creativo, J.W. Anderson, para esta colección. En la publicación de su cuenta de Instagram se podía ver un anillo en donde se leía ‘Loewe’ tallado con una tipografía neogótica, junto a un año: 1846, el del nacimiento de la firma. Y de nuevo una partitura, esta vez de Bach.
El compositor aleman sería uno de los protagonistas del desfile —su imagen aparece en una sudadera, como también lo hacen Chopin o Mozart, pero ellos en camisetas blancas— que compartió espacio con otras obsesiones propias del diseñador irlandés. Porque también esta vez en su particular locus amoenus hubo estampados florales y zapatos Oxford relucientes. Pero sobre todo una constante sobriedad, que se ha materializado a través de americanas, múltiples drapeados, gabardinas con estratégicos cut-outs y pantalones negros rectos. Tan sobrios que si no estuviesen amparados por el buen hacer de la firma, perderían parte de su atractivo.
Pero JW Anderson consigue que la austeridad de las formas y las propuestas más serias —también lo eran los gestos de las modelos— resulten atractivas: las camisas de cuellos victorianos, como de conductora de ópera; los trajes negros, desnudos; los zapatos sin concesiones que conviven con vestidos románticos, construidos a partir de miriñaques livianos, deconstruidos.
Y de nuevo esa eterna dupla entre lo tradicionalmente femenino y lo masculino: por eso los minivestidos sixties, habituales en su propuesta artística; a veces casi robóticos, a juego con los mocasines tornasolados; los sempiternos zapatos de caballero negros ya mencionados o los bolsos agarrados casi siempre con la mano.
Como únicos complementos, su emblemático cinturón con hebilla XXL integrado en la pieza, y unas nuevas gafas de sol, a medio camino entre las de estilo aviador y las de mosca. Otras figuras ensalzadas: Van Gogh y Manet, pintores impresionistas que protagonizaban las camisetas blancas, tratadas como si fuesen piezas de orfebrería, y que se colaban entre capas de cuero, pantalones cargo y, de vez en cuando, como resplandores, sombras metalizadas. Sally Rooney estaría encantada.
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