Mientras los inversores analizan con lupa las declaraciones de los responsables de política monetaria reunidos esta semana en el foro anual de Sintra, los tesoros europeos continúan con sus programas de financiación. Uno de ellos es el español. El organismo que dirige Pula Conthe ha inaugurado el mes de julio con una emisión de letras a seis y 12 meses, en la que ha captado 5.379,8 millones de euros con un resultado mixto.
Las rentabilidades de la deuda a seis meses han vuelto a experimentar un recorte y se mantienen en niveles no vistos desde octubre de 2022. Por el contrario, el rendimiento de la referencia a 12 meses ha registrado un ligero repunte, aunque continúa lejos de la barrera del 2% y, por tanto, sigue sin batir a la inflación.
La caída de las rentabilidades no ha pasado factura al apetito de los inversores por el papel español. Las órdenes de compra conjunta han superado los 11.011 millones de euros, de los cuales 1.476,6 millones corresponden a las peticiones de los pequeños inversores. Este importe representa apenas el 13,4% del total, un porcentaje sensiblemente inferior al que se observó en la época dorada de las letras, cuando llegó a superar el 25%.
El grueso de la adjudicación, 4.087 millones, se ha concentrado en las letras a 12 meses. La expectativa de que el BCE haga una pausa antes de volver a bajar los tipos empieza a calar entre los inversores. El rendimiento marginal de las letras a un año ha repuntado ligeramente, hasta el 1,914%, por encima del 1,893% del mes anterior. Las órdenes no competitivas —principalmente de pequeños ahorradores— han sumado 700,38 millones, por debajo de los 1.207,75 millones registrados en la subasta anterior.
En el tramo a seis meses, el Tesoro ha adjudicado 1.292,78 millones con un interés marginal del 1,896%, por debajo del 1,915% previo. A pesar de la menor rentabilidad, la demanda de los pequeños ahorradores se ha mantenido relativamente firme, con peticiones por 776,25 millones, si bien también por debajo de los 1.209,65 millones de junio.
Tras ocho rebajas de tipos —siete de ellas consecutivas— el mercado se alinea con las previsiones del BCE y anticipa una pausa en el proceso de normalización. Este movimiento ayudaría a dar algo de aire a las rentabilidades de la deuda, un gesto que los inversores más conservadores agradecerán.
Aunque en junio la inflación repuntó ligeramente, la tasa general se mantiene en torno al objetivo del 2%, con la subyacente en el 2,3%. “Las presiones inflacionistas se han debilitado claramente, ya que el crecimiento salarial está disminuyendo y el rendimiento económico sigue siendo lento, lo que deja la puerta abierta a otra rebaja de tipos en otoño”, apunta Bert Colijn, economista jefe de ING. Por su parte, Felix Feather, economista de Aberdeen, advierte de que la expansión fiscal derivada del gasto en defensa e infraestructuras podría tener un cierto efecto inflacionista. “El BCE se mostrará reacio a recortar los tipos de forma agresiva, por lo que solo es probable una postura modestamente acomodaticia”, añade.
La fuerte revalorización del euro en el arranque del año es vista por algunos como una amenaza para la estabilidad de los precios. En una entrevista a Bloomberg, el vicepresidente del BCE, Luis de Guindos, ha señalado que tomarán en consideración la evolución del tipo de cambio y lo incorporarán a las proyecciones. Por su parte, el responsable del Banco de Letonia, Martins Kazaks, ha reconocido que las perspectivas de inflación pueden verse afectadas por la reciente fortaleza de la divisa y podría obligar al BCE a seguir flexibilizando la política monetaria. “Si el euro se apreciara de forma significativa, esto lastraría la inflación y las exportaciones, lo que podría inclinar la balanza hacia otro recorte”, afirmó.
Aunque Guindos no ve preocupante la barrera de los 1,20 dólares a la que apunta el consenso, lo que más llama la atención a los responsables de política monetaria ha sido la velocidad. En los primeros seis meses del año el clima de desconfianza creado por la política económica de la Casa Blanca se ha saldado con una revalorización de la divisa europea de más del 13%, el mejor semestre desde su creación en 1999.