En estas 6 películas de terror, lo que da más miedo es el machismo

¿Y si las películas de terror son la mejor manera de denunciar los (escalofriantes) ataques contra los derechos de las mujeres? Esta autora cree que sí

Si el arte es un espejo de la sociedad, quizá no haya medio más perfecto para reflejar las luchas actuales de las mujeres en todo el mundo que el cine de terror, una idea que la escritora y profesora de la Universidad de Columbia Eleanor Johnson suscribe plenamente.

En su nuevo libro Scream With Me: Horror Films and the Rise of American Feminism 1968-1980 (Atria Books), Johnson analiza hábilmente cómo seis películas de terror clásicas –La semilla del diablo, El exorcista, Las mujeres de Stepford, La profecía, Alien y El resplandor abordan en realidad problemas muy presentes en el mundo real como la violencia machista, el derecho a decidir sobre el propio cuerpo y la opresión de las mujeres, obligando al espectador a horrorizarse ante lo que ve. Porque también Halloween puede ser feminista, nos sentamos con Johnson para hablar de su esclarecedor estudio.

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Eleanor Johnson

Photo: Jill Shomer

Vogue: ¿Qué te llevó a escribir este libro?

Eleanor Johnson: Estaba enseñando La semilla del diablo en una clase sobre la historia del terror. Decía que, en el fondo, de lo que trata esta película es de la privación de la autonomía reproductiva. En 1968, en Nueva York, cuando se estrenó y rodó esta película, el aborto no era legal. Era un tema muy candente. Se habla explícitamente del aborto en una escena de la película y se reconoce que las mujeres de finales de los 60 abortaban a veces, solo que de forma muy insegura. La razón por la que La semilla del diablo es tan interesante es que incluso aquellos que, por razones religiosas, se oponen a la idea de interrumpir un embarazo, querrían que Rosemary interrumpiera ese embarazo en particular porque lleva en su vientre al Anticristo. Así que no hay justificación cristiana para mantener ese embarazo. En esa clase, les dije: “Aquí lo más terrorífico es la falta de libertad reproductiva”. Al día siguiente, el Tribunal Supremo de EE.UU. comunicó su decisión de anular la histórica sentencia de Roe contra Wade que blindaba el derecho al aborto en mi país. Y pensé: «Estamos viviendo una auténtica emergencia feminista«.

En el libro hablas del arte como medio para superar el trauma. De todas las disciplinas artísticas, ¿por qué el cine de terror?

Creo que el terror tiene una capacidad muy específica, y es que puede hacernos sentir miedo y poner de manifiesto aquello que no entendemos. El terror es un género que se basa en la emoción del miedo y en un estado mental de confusión, y es en esa confusión donde podemos aprender cosas nuevas. El terror es un género extremadamente poderoso desde el punto de vista político y cultural porque el miedo que nos provoca nos hace sentir vulnerables. En ese estado de vulnerabilidad, nos abrimos más al aprendizaje, y entonces la película empieza a aporrearnos con diferentes tipos de ideas y nos obliga a pararnos a pensar en ellas.

Es curioso que hayas elegido centrarte en las películas y no en las novelas originales, especialmente siendo como eres profesora de literatura. ¿Por qué te apelaba más el cine?

En parte por la dinámica público-impacto. Si estuviera viendo La semilla del diablo en 1968, y fuera un hombre, uno que no ha pensado nunca en el control coercitivo o la violencia reproductiva o cualquiera de los abusos que aparecen en esta película, pensaría: “Esta es una película sobre satanismo. Va de brujería”. Pero entonces veo que hay una joven a mi lado que se acurruca y se tapa los ojos solo con ver las escenas entre Guy y Rosemary Woodhouse. De repente, me doy cuenta de que algo que me había pasado desapercibido a mí, como hombre, me está inquietando por la reacción de las personas que tengo al lado. El cine es un medio especialmente fascinante dentro de la capacidad del arte para reflejar y acelerar el cambio social, porque ocurre según se desarrolla la película. En este sentido, el cine funciona como un laboratorio donde observas qué cosas le aterran a las personas que tienes al lado, a ese microcosmos de la sociedad. Quería analizar estas historias en un formato más colectivo».

En el caso de El resplandor, no dejo de pensar en esa Shelley Duvall temblorosa e insegura, maltratada psicológicamente por el director. Algunas películas muy buenas fueron rodadas por hombres muy crueles…

Exactamente. Y en los libros de Ira Levin [La semilla del diablo y Las mujeres de Stepford], se nota que él estaba firmemente a favor del feminismo. Sus novelas se ponen muy del lado de las mujeres, pero luego ¿quién hizo la película? Pues Roman Polanski. Lo peor que podría pasar. Una de las paradojas más incómodas que me asaltaron mientras escribía este libro fue darme cuenta de que los machos depredadores conocen muy bien los puntos débiles de las mujeres. En algunos casos, eso hace que los retraten muy bien. Estos señores tan abusivos y crueles supieron cómo sacar el lado más vulnerable de sus protagonistas femeninas y enriquecer con ello sus interpretaciones, pero a costa de un alto precio para las propias actrices. Duvall ha hablado en numerosas entrevistas de lo mucho que le afectó trabajar con Kubrick.

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