Son muchas las causas que pueden hacer que alguien que ama los libros en formato físico se separe de ellos durante una larga temporada. Atravesar un duelo, afrontar una enfermedad, lidiar con una época de mayor estrés laboral (¿cuál no lo es?) o simplemente acumular una racha de elecciones editoriales poco ajustadas a los gustos personales. También, como es el caso de quien escribe, la llegada de un bebé y la enorme disrupción vital que este ser diminuto trae consigo. En este contexto de crisis lectora, en el que escasean el tiempo, la energía y la capacidad de concentración, las newsletters han adquirido un nuevo significado para mí. Las recibo con un interés renovado. Me las reservo para un rato en el que pueda paladearlas con un mínimo de calma. Pero no como antes, que me engañaba a mí misma posponiendo una lectura que nunca llegaba. Ahora, por fin, las trato con el cariño con el que muchas de ellas demuestran haber sido escritas.
Por supuesto, no soy la única. La posibilidad de seguir la evolución periódica de aquellas voces que nos calan; el tono íntimo de los relatos; el valor de la prescripción cultural o de la especialización temática y, sobre todo, la comodidad en el acceso y la menor inversión en tiempo de lectura son algunos de los aspectos esenciales por los que este formato no deja de alcanzar nuevas cotas de popularidad. Lo cual, a su vez, permite que cada vez más autores encuentren en el modelo de subscripción de pago una fuente alternativa de ingresos.
El ‘modelo Substack’ está lejos de agotarse
“Construyendo un nuevo motor económico para la cultura”. Ese es el lema de Substack, la herramienta hegemónica en marketing digital y envío de newsletters. La plataforma se presenta en los siguientes términos: “Los escritores y creadores pueden publicar su trabajo y ganar dinero con suscripciones pagadas, mientras que los lectores pueden apoyar directamente el trabajo que valoran profundamente”. Aunque no están segmentados por países, los datos que comparten con Vogue España arrojan no dejan lugar a dudas. La red de suscripción de Substack abarca más de 35 millones de suscripciones activas en todo el mundo, de las cuales, más de 4 millones son de pago. Con este modelo, los editores de moda y belleza ganan colectivamente más de 10 millones de dólares al año. Y el número de publicaciones y suscripciones en esta categoría se ha más que duplicado durante el año pasado.
Leticia Sala es una de las muchas escritoras que ha apostado por la plataforma para la difusión de su newsletter, Magical Thinking. Una publicación que aborda temas culturales, moda y estilo de vida, que empezó a enviar gratuitamente en marzo de 2023. En julio de ese mismo año, cuenta, anunció que pasaba a ser de pago. “Sí que se ha convertido en una fuente de ingresos absolutamente relevante para mí. Es un trabajo semanal con el que me he comprometido por completo. Cada sábado, mando una nueva carta. Requiere de un ejercicio enorme de constancia. Confío, además, en que la audiencia siga creciendo. La ciudadanía española cada vez es más receptiva a los contenidos que no se basan solo en la gratuidad”, comenta la autora de Los cisnes de Macy’s (Reservoir Books).
El usuario se puede suscribir a Magical Thinking desde 5 euros al mes, de los cuales Substack se lleva un 10% y Stripe, la aplicación financiera a través de la que se efectúan las remuneraciones a los creadores, un 3%. “Considero que son comisiones justas, porque hacen que no tengas que preocuparte de nada que no sea la escritura. Nada de líos informáticos, como le ocurre a otras amigas que tienen newsletters gestionadas a través de sus webs personales”, aclara Sala, a quien con frecuencia le llegan comentarios de madres de bebés con poco tiempo que le agradecen la elección de temáticas que aborda y su extensión moderada. “Un libro hay que ir a buscarlo, hacer hincapié en la sinopsis, investigar sobre el autor o autora. Una newsletter, en cambio, llega a ti, semanalmente, a tu correo electrónico, sin que hagas nada más que haber pagado una sola vez. En este sentido, es un contenido más a la carta que se consigue con menos esfuerzo”, concluye.
“Conciencia de absoluta intimidad”
Si Leticia Sala ha conseguido amasar ya una comunidad de más de 7.000 subscriptores, la de Jesús Terrés, autor de la newsletter Nada importa, abarca más de 35.000 personas y se sitúa en el ranking entre las diez publicaciones más populares de España en Substack –sus contenidos se agrupan en distintas secciones; algunos son en abierto, como la citada carta digital, y otros funcionan con membresía de 6 euros mensuales, una opción, revela, aún muy minoritaria entre su público–. “Desde que nació, a comienzos de 2020, mi idea era, precisamente, esa: mandar cartas. Y así es como las llamaba desde el principio, ni envíos, ni mail, ni textos, ni artículos: cartas. Por lo tanto, para mí tiene ese cariz de carta superíntima. Yo escribo con conciencia de absoluta intimidad, como si fuese una correspondencia epistolar. Es decir, como si me la enviase a mí mismo o a un amigo muy cercano”, dice el periodista, a quien, en un intento de preservar ese carácter privado, no le gusta publicitar el contenido de estas cartas –que envía los sábados por la mañana– en sus redes sociales. “Luego, como lector, pongo una newsletter al mismo nivel que un libro físico o digital, una novela gráfica o un artículo en prensa. El medio siempre me ha dado más igual. Lo que me importa es la mirada de la persona que escribe y lo que tenga que decir”, sentencia Terrés, cuyo tercer libro, Vivir sin miedo (Desitino), aterriza en librerías el próximo 26 de febrero.