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Las nuevas tecnologías han abierto también nuevas posibilidades en la paternidad. Hoy, una tablet con acceso a Youtube o a plataformas de streaming puede ser un acompañante en el entretenimiento de los niños, pero hay quienes que prefieren mantenerse apartados de este tipo de aparatos… y también de las nueva series.
Una de esas madres es Lauren Isler, quien dedica una cuenta de instagram al cuidado de sus hijos. En un vídeo que se hizo viral el pasado 2024, contó su descubrimiento en el consumo de televisión de sus hijos después de cambiar la programación que veían, de series animadas contemporáneas a televisión infantil de los noventa.
«Me di cuenta de que los disfrutan, pero no los necesitan». En su post Lauren cuenta que al hacer el cambio sus hijos se volvían menos hostiles cuando llegaba el momento de dejar de ver la pantalla y hacer otra cosa. Al contrario que las series contemporáneas, que son más coloridas, llenas de ruidos y efectos, las producciones de esa época tienen un nivel de estímulo más bajo. El suficiente para entretenerles, pero no para engancharles por completo al contenido.
En una entrevista para Buzzfeed un año más tarde, Lauren relató más sobre haber implementado este cambio de forma permanente. Su preocupación empezó cuando vio mal comportamiento en su hijo de por entonces tres años, a quién le costaba estar tranquilo una vez se apagaba la televisión e incluso poder dormir. Aunque el cambio no fue fácil, les ayudó que ella estuviera ahí para ver las nuevas series con ellos, y con los meses se habían adaptado al cambio.


En todos estos meses los dibujos animados de bajo estímulo se han convertido en una tendencia para padres, que tratan de pivotar de contenido más estridente a cualquiera de los muchos dibujos animados clásicos. Entre las series contemporáneas que pasan el corte está ‘Bluey’, que si bien a veces llega a ser agitada tiene una paleta de colores agradable, y un estilo de edición menos frenético de lo habitual en sus contemporáneos.
La psicología apoya esta tendencia
Psicólogos expertos en la materia aportan que no solo es una cuestión de comportamiento. Este tipo de contenido estimulante puede ser perjudicial en el desarrollo cerebral de los pequeños. Un estudio de 2011 mostró que una exposición de solo nueve minutos a este tipo de fuertes estímulos puede traer consecuencias a largo plazo de déficit de atención y dificultades para la autoregulación.


No es solo una cuestión de que sean dibujos nuevos o viejos, también es importante saber qué es lo que se está viendo y por qué, ya que los noventa tienen su buena ración de dibujos histriónicos. En la misma entrevista, la doctora Siggie Cohen cuenta que interesarse por qué los niños disfrutan algo puede ayudarnos a saber sobre el posible efecto que les va a causar. Muchas veces comportamientos violentos no son solo resultado de la estimulación, sino del contenido en sí que están viendo. Y conocer de cerca lo que nuestros hijos ven ayuda a buscar alternativas si vemos que no está siendo beneficioso para ellos.
Independientemente del tipo de contenido que se consuma, una recomendación que se repite una y otra vez es que como todo, la exposición a las pantallas no es negativa siempre que se realice con moderación. Y en buenas dosis, las series adecuadas con los mensajes adecuados pueden ser también beneficiosos para el desarrollo.
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