Encuentre las diferencias entre la transición a la democracia en España y Portugal: las amenazas dictatoriales persisten | Cultura

Un 26% de los jóvenes varones prefiere “en algunas circunstancias” el autoritarismo a la democracia, según la última encuesta de 40dB. para EL PAÍS y la SER de 2024. El CIS confirmó esta cifra hace dos días con la frase reformulada: “Más del 21% de la población considera que los años de la dictadura fueron buenos o muy buenos”. En ambos estudios se preguntó a una parte de la población que no vivió la dictadura franquista, de cuyo final se cumplen 50 años. Distintas instituciones españolas han dedicado gran parte de este 2025 a hacer memoria como el mecanismo más eficaz para seguir construyendo democracia. La Casa Encendida de Madrid se suma a la tarea y cierra el año con la muestra Inquietud. Libertad y democracia (hasta el 8 de marzo), en la que reflexiona sobre la transición democrática española y portuguesa a través de 86 obras de arte que, según sus comisarios, pretenden ser “una alerta contra la amnesia colectiva que legitimó dictaduras en el pasado”.

La muestra comienza en una suerte de túnel del tiempo forrado de suelo a techo con cartelería política de los años setenta que se estampó por las calles de España y Portugal. La literalidad de estas imágenes, solo interrumpida por El abrazo de Genovés, da paso a un recorrido no cronológico en el que la alegoría responde a la interpelación directa a través del arte de Joan Miró, Antoni Tápies, Paula Rego, Cristina García Rodero, João Tabarra, entre otros artistas.

Lo simbólico está en la propia apuesta del montaje en el que parece que está todo por terminar. Las salas se dividen con estructuras que recuerdan a andamios, paneles de madera marcados con pintura blanca como si indicaran: “aquí va un cuadro” y paredes que están en los huesos de metal de tal manera que esa transparencia permite encontrar los paralelismos entre los dos países en su consecución de la democracia. “Refuerza la idea de trasvase cronológico porque no hay espacios temporales estancos”, explica Pablo Berástegui, director de programas culturales de La Casa Encendida.

Parte de la colección Portuguesa de Arte Contemporáneo del Estado que se despliega en la exposición “es hija del periodo democrático”, ha apuntado Sandra Vieira Jürgens, una de las comisarias. Las piezas tienen, en muchas ocasiones, una apelación mucho más directa a cómo se llegó a la Revolución de los Claveles, la caída de Salazar, las lecturas poscoloniales y la relevancia de la inmigración como una amenaza. En el caso de las obras de los artistas españoles pertenecientes a la Fundación Montemadrid, Berástegui ha aclarado que complementan la lectura de este periodo desde “la alegoría”. Un ejemplo: La tarde. Campillo de arena 1/7 (1978), foto de García Rodero en la que una mujer se asoma a la ventana enrejada de su casa del pueblo, mientras su marido se sienta libremente en la puerta de su casa, no es solo un retrato de la vida popular tras la muerte de Franco, es la metáfora del encierro de las mujeres que se trata en una de las salas con el afán de que no se deje de hablar de “los derechos humanos y la igualdad”. Y se posiciona frente a la obra sin título de Bárbara Fonte sobre las mujeres de su país.

Para comprender este diálogo, como el que se establece sobre la representación absolutista del poder para entender la llegada de las dictaduras, hay que hacerse con un folleto rojo a la entrada que hace las funciones de de mapa. No solo incluye las cartelas que no cuelgan al lado de las obras, sino que a la vez sirve de diccionario para descifrar ese “mosaico de voces, generaciones y estéticas que tratan la memoria del autoritarismo y la conquista de la libertad”, en palabras de Paulo Mendes, el otro comisario.

El mensaje de los últimos 50 años se actualiza en la representación de personas racializadas por artistas negros, muchos de la diáspora que solo pasaron por Portugal de manera temporal, al tratar de reflejar cómo la ultraderecha usa la inmigración como amenaza. Carmina Gustrán, comisionada para la celebración de España en Libertad. 50 años, institución que colabora en la exposición, ha añadido: “Hoy, cuando resurgen el miedo y la incertidumbre, esta muestra nos recuerda que la democracia no es un estado permanente, sino un proceso que se construye cada día entre todas y todos. Es, además, una invitación a reivindicar la memoria como base de un futuro común y más justo”.

Tal vez la pieza que mejor refleje que no hay nada garantizado, sobre todo para determinados colectivos, los comisarios la han colocado al final de la muestra. Es una parte de un arma (una carabina de aire comprimido) que se sostiene sobre una barra de metal. Se titula Su Pressione, del artista Pedro Cabral Santo. “Seguimos bajo presión”, resume Vieira Jürgens al releer en este momento de la historia este artefacto.

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