Entre arte y eternidad: Najwa Nimri encarna la elegancia romana de Bvlgari en Madrid

Najwa Nimri, un destello de luz blanca en la noche dorada de Bvlgari

El pasado 9 de octubre en el corazón del Museo del Prado, entre los muros cargados de historia del Claustro de los Jerónimos, tuvo lugar una cena inolvidable organizada por Bvlgari que conjugó arte, alta joyería y emoción pura. Una noche en la que el tiempo pareció detenerse y en la que Najwa Nimri se alzó como una de las apariciones más magnéticas del evento con su evocador estilismo.

Conocer el Museo del Prado significa saber de la existencia de joyas históricas como las esculturas clásicas expuestas en los pasillos de techos infinitos del museo. Nada más ver el estilismo de Najwa, y considerando el marco de acción de la Maison, es casi imposible evitar que la imaginación evoque figuras mitológicas como la mirada firme de la Atenea, el Augusto togado, la Fiesta dionisíaca o el Baile de las ménades que parecían cobrar vida entre sombras y destellos dorados y mármoles eternos. Najwa emergió así como una ménade contemporánea, un espíritu entre lo humano y lo divino. Su vestido de satén blanco y de brillo lunar, caía con la misma fluidez que un himatión antiguo –manto amplio y envolvente que se utilizaba como si fuera un mantón en los tiempos clásicos–, abrazando su silueta con una pureza casi escultórica. La estola de plumas, ingrávida y caprichosa, parecía agitarse al compás de una música invisible, como si respondiera al mismo frenesí sagrado que movía a las seguidoras de Dionisio en los frescos y relieves del arte clásico. En su look convivían el éxtasis y la calma y confluían en lo terrenal la realidad y el mito.

Najwa Nimri en el evento de Bvlgari en Madrid
Najwa Nimri en el evento de Bvlgari en Madrid

La intérprete jugaba con el contraste al elegir unas medias negras veladas y unos stilettos en ante oscuro, un gesto de sofisticación que rompía la pureza inmaculada del satén. Ese detalle anclaba el look en la actualidad, recordando que toda deidad necesita una sombra para revelarse por completo. Sobre el blanco iridiscente del vestido, el negro se alzaba como una nota de misterio, un eco del claroscuro barroco que tan bien dialoga entre los maestros del Prado. Así, Najwa se movía entre la luz y la penumbra convirtiéndose en una ménade urbana que danza con tacones sobre el mármol de la historia.

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Farándula y Moda

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