A finales de los años 90, Leonardo DiCaprio no solo era una estrella: forraba carpetas de estudiantes alrededor del mundo, era el objeto de los suspiros de muchísimas personas y, además, ya había demostrado que podía ser guapo y al mismo tiempo tener prestigio crítico gracias a ‘¿A quién ama Gilbert Grape?’, que le valió su primera nominación al Óscar en 1993. No es de extrañar, pues, que tres años después consiguiera trabajar por primera vez con su actriz favorita.
La habitación de Leo
DiCaprio tenía entonces 22 años y co-protagonizó ‘La habitación de Marvin’ junto a Diane Keaton, Robert De Niro y su ídolo. Efectivamente, hablo de Meryl Streep. Por aquel entonces, ella ya había ganado dos Óscar y había estado nominada a siete más, así que era normal, sobre todo para una estrella incipiente, tenerla en un altar. Aunque la película no fue un éxito (ni un fracaso) en taquilla, fue suficiente para que el actor no se olvidara nunca de su experiencia con Streep, como desveló tiempo después a Esquire.
Recuerdo que repasaba mis líneas con ella fuera de cámara, la miraba y pensaba: «¿Qué está pasando aquí? ¿Cómo va a salir bien?» Luego, mientras estaba sentado en el cine, pensé: «Dios mío, es la única persona que parece completamente natural». Meryl es quizá la mejor actriz del mundo.
Ambos volvieron a coincidir, 25 años después, en ‘No mires arriba’, y aunque sus carreras hayan tomado rumbos muy distintos lo cierto es que siguen teniendo algo en común: son dos de las últimas estrellas de Hollywood. Y en esta industria superviviente del star-system, no es poca cosa.
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