¿Es la vajilla de acero inoxidable el nuevo básico para una mesa bonita?
La vajilla de acero inoxidable (ya) no es una pieza exclusiva de los bares castizos. En los últimos dos años hemos visto cómo estas piezas que tradicionalmente solo veíamos en la mesa de Navidad en casa de nuestras abuelas, han escalado hasta convertirse en las protagonistas de los bodegones más contemporáneos.
Comenzamos a ver este tipo de platos, fuentes y copas en nuevos restaurantes que abrían reinventando la tradición –en Madrid, Farah o Candela y, en Barcelona, Tiberi Bar o Mesa Lobo–. Estas piezas que nos transportan décadas atrás se convertían en el lienzo perfecto para elaboraciones que partían de recetas de toda la vida –casi siempre, con un twist– pero se servían en locales que respiraban modernidad y vanguardia.
Pero desde hace unos meses, este tipo de piezas para la mesa han traspasado el ámbito comercial y se han colado en los ajuares de toda una generación que no para de mirar al pasado, sobre todo, cuando se trata de decorar. Así, las fuentes de plata que hasta ahora formaban parte del imaginario infantil de los millennials –¿quién no ha tomado canapés de una de estas bandejas en una comida navideña?– copan los catálogos de las marcas de decoración más populares.
Copas altas y bajas para servir helados y postres, fuentes pensadas para ensaladas y platos de cuchara, y boles y bandejas de menor tamaño para orquestar aperitivos con cierto aire castizo son las piezas más repetidas. Aportan sofisticación y carácter a partes iguales, son extremadamente estéticas y, lo más importante –y el motivo por el que han sobrevivido a varias generaciones– duran para toda la vida.