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La coincidencia temporal y el prolongamiento desolador de dos conflictos bélicos de gran importancia está sirviendo para exponer hipocresías y bailes de criterio por parte de las grandes organizaciones gubernamentales. Europa mismo está quedando bastante retratada en la disparidad a la hora de abordar la invasión de Ucrania por parte de Rusia y los actos de genocidio realizados por Israel en Palestina y otras zona de Oriente Medio.
Obviamente entran en juego intereses estratégicos, pero sigue siendo un ataque muy directo de los valores que supuestamente se defienden como unión plurinacional y supuestamente de primer mundo. Sería todo un shock si no se estuvieran ya cometiendo otros grandes atropellos a niveles más clandestinos, menos visibles, tal y como se reflejan en la increíble ‘Green Border’.
Lo más oscuro de Europa
Uno de los mejores estrenos del cine europeo de este año, además de uno de los más devastadores. La última película de la veterana Agnieska Holland son dos horas y media de durísima odisea y exploración de la violencia en torno a gente que sólo busca sobrevivir, y ya puede verse en streaming a través de Filmin.
La “frontera verde” del título hace referencia a los bosques que separan Bielorrusia y Polonia, y que muchos refugiados de África y Oriente Medio recorren para poder llegar a Europa. Familias como un grupo de Siria acuden con la promesa de un paso fácil a un futuro mejor, pero las autoridades harán todo lo posible por hacer más ardua y miserable su experiencia.
Holland no se queda únicamente con la perspectiva de las familias refugiadas, sino que también expande hacia otros personajes que están tocados de manera directa o indirecta por las políticas condenables de estas naciones europeas. Vemos entre ellos a un joven guardia fronterizo o una terapeuta que lidia con las frustraciones de sus pacientes ante tropelías que ella misma llega a ver.
‘Green Border’: violencia multifacética
Es un contenido de por sí duro que fácilmente habría caído en la autocongratulación y la palmadita en la espalda por contar estas miserias desde fuera. Pero la cineasta polaca, con sobrada experiencia en el cine europeo con decenas de títulos y también colaboraciones con otros grandes como Krzysztof Kieślowski (con quien trabajo en el guión de ‘Tres colores: Azul’), muestra la cruda realidad sin dejar de lado lo cinematográfico, apreciable tanto en el uso del blanco y negro para subrayar el lado oscuro de Europa como en ese tono casi de docudrama.
Consigue fluir con bastante eficacia entre las diferentes historias sin que ninguna pierda fuerza, especialmente la trama de los refugiados que es la más pertinente y dolorosa. Sólo esa daría para su propia película, pero que Holland amplíe el foco de manera tan acertada permite exponer los diferentes tipos de violencia cotidiana e institucional ante los que la Unión decide hacer caso omiso, haciendo de nuevo gala de miseria moral e hipocresía.
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