«Siempre me ha encantado la moda», dice la diseñadora Claudia Twisk. Tras cuatro años estudiando diseño de moda para mujer, esta australiana viajó por todo el mundo trabajando para marcas como The Row, Eckhaus Latta y Uniqlo. Aunque ahora vive en París y trabaja como diseñadora sénior en A.P.C., el año pasado Claudia se entregó al pluriempleo creando también de vestidos de novia. ¿Su clienta? Ella misma.
Al principio, Claudia nunca pensó en diseñar su propio vestido nupcial. «Recuerdo que mi madre me decía: ‘Que no te dé por diseñar tu vestido de boda. Te pasarás la noche en vela’. Y siempre lo tuve en mente», dice la diseñadora. Sin embargo, tenía muy claro lo que se pondría para casarse con Dimitri Limberopoulos (su pareja desde hace ocho años) en un castillo francés. «Quería algo muy barroco, que la moda fuera un espectáculo y la boda, una fiesta para los sentidos, algo muy a lo grande», nos cuenta. «Llevamos mucho tiempo juntos y todos nuestros amigos son muy creativos, así que quería divertirme mucho».
Pablo Laguia
Pablo Laguia
El vestido de ensueño de Claudia era un diseño de John Galliano para Dior de la colección de alta costura de otoño de 2007. «Me di cuenta de que, aunque parecía un vestido, en realidad eran una falda y un top. Y pensé que quizá podría encontrarlos», nos cuenta. La novia se dio un tiempo para buscar en colecciones vintage y casas de subastas esta creación de alta costura, pero al final tuvo que trazar un plan B. «Me quedaban unos seis meses y sabía que iba a tener que rendirme», dice Claudia. «Pero me dije: ‘¿Por qué no puedo darle mi propio giro creativo a esto? En realidad voy a hacer el vestido que quiero por mi cuenta, inspirarme en todos mis diseñadores de novia y de alta costura favoritos y hacer algo realmente único.’ Y me abrí mucho más a la creatividad».
«Empecé buscando los tejidos adecuados para dar estructura, forma y carácter a la silueta. Me gusta mucho trabajar en el soporte, y pensé que ahí sería donde cobraría vida», explica Claudia. «Al mismo tiempo empecé a trabajar en la estructura del corsé, porque con tanta tela la cintura debía ser muy pequeña para darle cuerpo».
Como ajustar el vestido a su propio cuerpo iba a resultar difícil, Claudia se alió con la modista Léa C. Warrel para que la ayudara a hacer el vestido. También contó con la ayuda de su amigo Yens Cuyvers, que trabaja en Courrèges y la asesoró con el diseño, y de Adele Lorenzo, que se encargó de los adornos del corpiño. «Fue como volver a ser estudiante», dice Claudia. «Todos estábamos entusiasmados con el vestido en sí y nos sentíamos muy inspirados».