Mi primera mañana en Matera me despertó un estruendoso coro de fuegos artificiales. Había llegado, por casualidad, el día de la fiesta religiosa más importante de esta antigua ciudad, la Festa della Bruna, y aquí la jarana empieza temprano. Alrededor de las 5 de la mañana, mientras intentaba conciliar el sueño, comenzó la Procesión de los Pastores en la catedral de Maria Santissima della Bruna, que data del siglo XIII, que luego se dirigió hacia el centro moderno de la ciudad. A medida que avanzaba el día y yo salía a la calle para contemplar la escena, multitudes de lugareños y estudiantes bebían Aperol en vasos de plástico y se zampaban paninis para llevar, apostados en las aceras para asegurarse una posición privilegiada para el principal acontecimiento de la noche.
The lights of the Festa della Bruna in Matera, Italy.Getty Images
A las 9 de la noche las calles estaban a reventar. Iluminados por resplandecientes arcos de luces de colores, los caballos arrastraron una estatua de cartón piedra de la Virgen hasta la cima de la colina y el interior de la catedral. Un chisporroteo de fuegos artificiales comenzó de nuevo en el otro extremo del valle, y la multitud comenzó a abrirse paso a través del laberinto de escaleras y callejuelas que conforman los barrios de las cuevas Sassi de la ciudad. Otro aluvión de ellos estalló desde el cañón, y los lugareños se reunieron en las terrazas para tocar música, beber prosecco y animar. Mientras los vítores resonaban en las escarpadas paredes de piedra caliza, iluminadas con destellos de luz rosa y púrpura, daba la impresión de que habíamos retrocedido en el tiempo, o quizá de estar en el plató de una película, sensación que se repetiría a lo largo de mi semana en la región de Basilicata. Es el tipo de villa italiana que una no puede creer que aún exista, lo que explica por qué se está convirtiendo rápidamente en un punto de encuentro para viajeros intrépidos, deseosos de evitar los rincones más turísticos del país.
El sur de Italia tiene forma de bota: Puglia es el talón, Calabria la punta y Sicilia el balón deforme que se lanza al Mediterráneo. Basilicata, la región que alberga Matera, ocupa una posición algo menos glamurosa: el empeine. Por lo tanto, en ella hay de todo, desde espectaculares cadenas montañosas y exuberantes parques nacionales hasta encantadores pueblos de playa y ciudades antiguas. Y cuando describo Matera como antigua, quiero decir que es antigua de verdad.
Cortesía de Sextantio Le Grotte della Civita
Para llegar al Sextantio Le Grotte Della Civita, el hotel en el que me alojaba, en el corazón de los barrios de los Sassi que mencionaba antes, tuve que planearlo de antemano. Si eres muy valiente puedes ir en coche hasta el final de la escalinata, pero lo más sensato es dejar el vehículo en un aparcamiento a las afueras de la ciudad y coger un autobús lanzadera, que además nos permitirá contemplar, a medida que se llega al límite de la ciudad, los espectaculares barrios de Sassi, con su madeja de pequeños edificios apilados en diagonal colina abajo, como una tarta nupcial que empieza a derrumbarse. Allí, un portero llevará tu equipaje a una de las 18 habitaciones del hotel, cada una dentro de su propia cueva paleolítica, y te invitará a sentarse en la terraza con un vaso de vino local y una tabla de embutidos para después entrar en una cueva, recoger tu llave y subir por las calles de esa ciudad dentro de otra ciudad que es el hotel, hasta encontrar tu alojamiento.
Cortesía de Sextantio Le Grotte della Civita
Cortesía de Sextantio Le Grotte della Civita
El mío estaba escondido en un patio de piedra color miel con enredaderas que trepaban por la puerta. Una vez dentro, gracias a las gruesas paredes de la cueva, la temperatura de la calurosa tarde de finales de verano bajó al instante. El ambiente es de un rústico muy logrado, con sus velas iluminando los techos picados de viruela y el baño escondido en otra cueva contigua, pero la sensación de lujo es palpable gracias a las sábanas naturales que cubren la cama y al cuenco de fruta fresca que me habían preparado.
Al salir al exterior a escuchar el canto de los pájaros y contemplar la panorámica del valle, me sentí en el corazón de esta antigua ciudad, pero también en un lugar apacible. Te puedes pasar la tarde, como hice yo, sentada en la terraza, observando cómo las nubes proyectan sus sombras sobre los edificios de los alrededores. No es de extrañar, pues, que la ciudad haya sido una fértil fuente de inspiración para cineastas de todas las épocas: Pier Paolo Pasolini la utilizó en su día como sustituta de la antigua Jerusalén, y más recientemente sus sinuosas callejuelas han sido el escenario de una espeluznante persecución en la última película de James Bond. No en vano decía antes que Basilicata es de lo más cinematográfica.
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Tras recuperarnos de una noche de fiesta teóricamente religiosa nos dirigimos a la ciudad medieval de Bernalda, a 40 minutos al sur en coche. Conocida sobre todo por ser el hogar ancestral de Francis Ford Coppola, es también donde el director de El Padrino instaló en 2012 el Palazzo Margherita, un plácido y paradisiaco rincón, aunque al llegar a su modesta entrada en una tranquila tarde entre semana, mientras los lugareños pasean con sus bolsas de la compra, se diría que se trata de una finca familiar.
Gundolf Pfotenhauer
Al cruzar las puertas de color salvia y entrar en un patio frondoso, esa sensación se acentúa: el equipo nos invitó a sentarnos bajo una de las sombrillas rojas de terracota y tomar un espresso mientras nos registrábamos en el hotel, y después nos llevaron a dar un paseo por los parterres cubiertos de viñas y los aromáticos jardines. También hay un bar temático de Cinecittà en la parte delantera de la propiedad, que da a la calle y en el que preparan magníficas pizzas al horno de leña. En el extremo del jardín hay también una preciosa piscina rodeada de exuberante vegetación y un bar privado.
Gundolf Pfotenhauer
Gundolf Pfotenhauer
El hotel es fruto de un largo proceso de restauración en colaboración con el legendario diseñador de interiores Jacques Grange, y sus suites (que llevan el nombre de varios miembros del clan Coppola, incluida Sofia, que celebró su boda aquí en 2011) están decoradas en gran parte con un fastuoso estilo barroco meridional.