Jocelyne Katz decidió, tras 20 años de relación, convertirse en una novia de 70 años (con vestido blanco incluido)
Jocelyne Katz y Alberto Chehebar se conocieron hace más de dos décadas en una cena organizada por un amigo común. La exmodelo chilena y el coleccionista de arte empezaron a salir poco después, pero con el paso de los años no les apeteció casarse: «Nunca pensamos en casarnos. No sentíamos que lo necesitáramos. ¿Por qué cambiar algo que funciona tan bien?», explica Jocelyne a Vogue.
Todo empezó a cambiar a medida que se acercaba su 20 aniversario juntos. La pareja quería celebrar el acontecimiento de una manera significativa y, al principio, pensaron en organizar algo con amistades cercanos y familiares: «Después de estar pensando durante un tiempo dónde y cómo queríamos que fuera, decidimos… ¿por qué no hacerlo oficial? Después de 20 años juntos, ambos sabíamos que queríamos estar juntos para siempre«, dice Jocelyne.
Recurrieron a la ayuda de Melissa Sullivan, de Studio Sully, para planificar la boda que llevaba tantos años aparcada, y en una soleada tarde de enero de este año, Jocelyne y Alberto se casaron por fin en la casa-estudio e instalación de su amiga artista Brigitte D’Annibale, en Malibú (California).
La novia se maquilló ella misma y lució un vestido de Gabriela Hearst para la ocasión. «Al principio, estaba totalmente en contra de llevar un vestido blanco», dice. «Nunca en mi vida había soñado con mi boda, así que a mi edad, no iba a cambiar de repente». Jocelyn cambió de parecer a solo una semana antes de la boda, cuando la pareja pasó por delante de la boutique de la diseñadora uruguaya en la esquina de Rodeo Drive. “Alberto vio un vestido largo blanco roto y me pidió que me lo probara. Nos encantó a los dos”, cuenta la novia. Complementó el vestido con pendientes de perlas y pulseras de oración hindúes, mientras que el novio optó por un traje de tres piezas plisado de Issey Miyake y zapatos de Prada.
El gran día, los novios salieron de la mano de sus nietos mientras tocaba un flautista. Su amiga Joyce Braverman ofició el enlace. «Fue una ceremonia preciosa, sencilla, única y espiritual», dice Jocelyne. «Todo el mundo podía sentir el amor que había. Tener a mis tres hijos y a sus hijos allí con nosotros fue el mayor regalo de todos».
