Por qué es bueno estar al aire libre en invierno y cómo hacerlo bien para no resfriarse
Algunas personas, cuando llega el frío, deciden no salir más de casa, o al menos hacerlo lo mínimo imprescindible. Por no hablar de la idea de hacer deporte al aire libre en invierno. En realidad, pasar tiempo al aire libre cuando hace frío es muy importante para el bienestar del cuerpo y la mente. Los beneficios son múltiples, según confirman los expertos.
Según el tópico, uno enferma más si se expone a bajas temperaturas durante mucho tiempo. Esto puede ser cierto, pero solo si no se toman las precauciones adecuadas. Recordemos que el frío no es lo que nos enferma, sino los virus y bacterias patógenos que producen los resfriados y gripes. Lo que sí hace el frío y la humedad es reducir nuestra inmunidad, generar un ambiente óptimo para los microbios y aumentar por tanto el riesgo de contagio. Sin embargo, disfrutado con responsabilidad, el frío ofrece beneficios únicos a nuestro organismo y también a nuestro bienestar interior.
Pasar tiempo al aire libre en invierno, haciendo deporte o simplemente ejercitándonos un poco es algo más que un gesto saludable: es un ritual que nos devuelve a la esencia, a la lentitud y la belleza de la estación, con todos los beneficios que ello conlleva.
Los beneficios para la salud de estar al aire libre en invierno
- Refuerza el sistema inmunitario: está demostrado que incluso una breve exposición al frío puede aumentar la producción de glóbulos blancos, reforzando las defensas naturales del organismo y su resistencia a las infecciones. De hecho, el cuerpo aprende a adaptarse a los cambios de temperatura. No es casualidad que en Suecia sea absolutamente normal dejar dormir a los bebés al aire libre, incluso a temperaturas bajo cero. Así –debidamente abrigados, por supuesto–, empiezan a reforzar sus defensas desde muy pequeños.
- Optimiza la circulación sanguínea: a bajas temperaturas, el cuerpo debe realizar un trabajo adicional para mantener una temperatura estable, lo que estimula el sistema cardiovascular y, por tanto, un flujo sanguíneo constante y continua. Como resultado, el corazón se fortalece y la tensión arterial se mantiene a raya.
- Ayuda a sintetizar la vitamina D: no es necesario exponerse directamente a la luz del sol (aunque, por supuesto, es preferible) ni a temperaturas elevadas: pasar tiempo al aire libre –aunque esté nublado– ayuda al organismo a sintetizar la vitamina D, esencial ante todo para la salud de los huesos y el sistema inmunitario, pero también para el estado de ánimo.
- Mejora la calidad del sueño: la exposición a la luz natural y, por tanto, a sus ciclos durante el día regula los ritmos circadianos, mejorando el sueño nocturno.
- Favorece el metabolismo: el frío estimula de forma natural el consumo de calorías, ya que el cuerpo produce energía para calentarse.