Por si fuera poco, arguye Velasco, “en el intestino se produce la mayor parte de nuestros neurotransmisores clave, como la serotonina, que influyen directamente en nuestro estado de ánimo, comportamiento y bienestar emocional. Se estima que el 90% de todos los problemas de salud mental tienen una conexión con lo que pasa en nuestros intestinos”. Para esta especialista en salud digestiva, una microbiota intestinal desequilibrada puede afectar al hipocampo, responsable de regular las emociones, lo que se traduce en un aumento de la ansiedad y la depresión. “Por ejemplo, cuando comemos alimentos ultraprocesados o vivimos bajo mucho estrés, el intestino responde y envía señales de alarma al cerebro”. Y si tomamos en consideración que según la Organización Mundial de la Salud más de 300 millones de personas en todo el mundo sufren alguna forma de depresión nos damos cuenta de la envergadura del asunto.
De hecho, en 2019 un equipo de investigadores en la Universidad de Siena, en Italia, analizaron retrospectivamente los datos de pacientes psiquiátricos atendidos en 2017, fijándose específicamente en la relación entre los niveles de vitamina D y serotonina. Los resultados confirmaron que el 94% de los pacientes del estudio tenían niveles de vitamina D por debajo de lo normal y sugerían que “entre otros beneficios, los suplementos de vitamina D pueden mejorar los resultados de enfermedades como la depresión”.
Mientras tanto, un estudio de ese mismo año de la Universidad de Manchester comparó los datos de más de 46.000 personas y descubrió que mejorar la dieta tuvo un impacto positivo en la salud mental, con las dietas para pérdida de peso, reducción de grasa y las ricas en nutrientes mostrando beneficios similares para los síntomas de la depresión. “Esto en realidad son buenas noticias”, dice el Dr. Joseph Firth, investigador honorario en la Universidad de Manchester, explicando que sus hallazgos sugieren que “las dietas demasiado específicas o especializadas son innecesarias para el individuo promedio”. En su lugar, Firth aboga por los cambios simples: “Ingerir comidas más nutritivas que sean ricas en fibras y vegetales, junto a reducir la comida rápida y los azúcares refinados parece ser suficiente para evitar los potenciales efectos psicológicos negativos de una dieta basada en la ‘comida basura’”.
La depresión y la ansiedad tienen mucho que ver con una microbiota alterada
Por todo lo expuesto, la evidencia científica es cada vez más contundente al afirmar que el daño en nuestra barrera intestinal y un desequilibrio en la microbiota están relacionados con trastornos de la salud mental. “No se trata solo de una cuestión psicológica, también hay una base biológica. Cuando el intestino no está bien, puede provocar una disminución de neurotransmisores esenciales y aumentar la liberación de citoquinas inflamatorias, que afectan el cerebro y las emociones”, añade Velasco, aunque destaca que estas alteraciones son difíciles de diagnosticar y tratar.