El chaleco de sastre volvió hace un par de años como una de las inesperadas prendas para construir un renovado power dressing, más acorde con el estilo casual que demandamos tras la pandemia. De hecho, la forma habitual de llevarlo ha sido sin nada por debajo, a modo de blusa o chaleco y conjuntado de forma coordinada con los pantalones de patrones oversize, tan en boga como el primer día.
La apuesta este verano sigue estando en esos chalecos cortos de rayas a juego con esas prendas inferiores, pero a pie de tienda el abanico de posibilidades se amplía un poco más. Además de estos cropped que se ajustan a la altura del ombligo, triunfan versiones un poco más largas que están llamadas a convertirse en la nueva camiseta blanca. El cuello es más cerrado, en pico o en redondo, y se lleva con todos los botones abrochados. Al maridarse con una prenda del mismo estampado, el resultado sigue siendo igual de sofisticado. Pero lo interesante también es decantarse por piezas de sastrería en tonos diferentes o con líneas que se salgan un poco de lo habitual. Por ejemplo, un chaleco largo color blanco puede quedar muy bien con unos pantalones de pinzas en un gris oscuro, con accesorios en negro. O un chaleco con cuello halter en un irresistible amarillo mantequilla (visto en Mango) que se puede contrastar con otras prendas mucho más vibrantes.
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