En un momento de la historia en el que el cine registra un porcentaje de asistencia que poco tiene que ver con sus años dorados, pero que sube sensiblemente respecto al bajón de la pandemia, quizá sería necesario recordar una serie de normas de etiqueta. O, al menos, una. Sobre cómo hay que comportarse rodeado de otras personas que han pagado su entrada para disfrutar un par de horas de una película que han escogido. El último día de 2024 publicó el Ministerio de Cultura el resultado de su Encuesta de Hábitos y Prácticas Culturales 2024-2025. Un 48,8% de los preguntados aseguraron haber ido al menos en una ocasión durante el año a un cine; más de un 80% reconoció haber consumido contenidos audiovisuales en algún momento de los doce meses anteriores. Todo buenas noticias para un sector tan maltratado como es el de las salas de cine, pues el dato de asistencia doblaba al que se dio al analizar la encuesta de 2021-2022. El cine gusta, las salas se reinventan para atraer a un mayor público: ofrecen experiencias premium, programan ciclos de largometrajes no de estreno y promueven coloquios con cineastas y estrellas. Pero podría ser que nos estuviéramos asalvajando.
Con la vuelta a las salas de todos los espectadores, lo ha hecho también una serie de comportamientos ciertamente molestos. Esto no es el teatro, de acuerdo, pero las quejas de los usuarios han aumentado de forma exponencial al tiempo que lo ha hecho el número de entradas vendidas. La guerra contra la ingesta de alimentos mientras se ve una película es una perdida desde hace ya muchos años. Los que pagan su entrada tienen, por ley, el derecho a introducir en la sala lo que deseen e incluso hay cadenas de cines que ofrecen un servicio de restauración que alienta que se pueda degustar una pizza o unos nachos con queso mientras se está frente a la pantalla. Batalla perdida, sí, pero no es la única. Durante años se insistió antes del comienzo de la función en que había que apagar los teléfonos móviles. De ahí, se insistió en que los dispositivos al menos tenían que estar en modo silencio y fue con ese movimiento cuando se provocó lo que puede que sea lo más molesto que sucede dentro de una sala de cine: la luz de la pantalla al desbloquearlos y, lo que es peor, las fotografías a la pantalla para demostrar después que, efectivamente, estuvieron viendo el filme.
La guerra contra la ingesta de hamburguesas en según qué salas está más que perdida, insistimos, pero en 2025 hay que intentar parar el uso del móvil en el cine. Distrae y es una falta de respeto absoluta para con la gente que está viendo la película en ese mismo instante. Las fotos que después se comparten en redes sociales, además, son iguales que las que se pueden encontrar en Google. Sí, has visto al Monstruo Elisasue en La sustancia, a la Barbie rara o a Lily-Rose Depp en Nosferatu, pero esa misma instantánea que has compartido en tus redes está en cualquier buscados de foto. No es tan complicado dejar el móvil a un lado durante un par de horas es buenísimo para ti y, perdón por insistir, todos aquellos que están compartiendo sala en ese momento contigo.
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