El cambio de recinto de Río Babel se justifica totalmente con la epicidad del concierto de Estopa. El Auditorio Miguel Ríos tiene una capacidad máxima de 22.000 personas y anoche no cabía ni un alfiler. Pocas veces ocurre que un show de festival pueda ser confundido con el de una gira en solitario, pero las casi dos horas de duración y la fidelidad del público indicaban todo lo contrario en el recital de los hermanos Muñoz.
David y Jose han llevado adelante una trayectoria envidiable. Más de 25 años después de su grandísimo debut siguen siendo uno de los grupos más queridos y sorprendentemente relevantes de la escena nacional. Algo que se han labrado a lo largo de los años por, en ciertas ocasiones, motivos extramusicales (¿cómo olvidar el icónicamente cutre cartel que hicieron para celebrar el Orgullo?), pero también por un repertorio que ha sido abrazado por las nuevas generaciones. Hace justo un mes se llevaron el premio a la Mejor Gira en los Premios de la Academia de la Música de España y tras ver su concierto se entiende totalmente. La nostalgia, la naturalidad y el humor son los principales ingredientes de su show.
‘Tu calorro’ y ‘Cacho a Cacho’ fueron los primeros clásicazos de un setlist que incluyó canciones de todas las épocas y discos, incluido su último trabajo, ‘Estopía’. El espíritu canalla pero amable del dúo se refleja perfectamente en su directo, que está más orientado al rock de lo que podía parecer en un principio. Otra clave de su éxito, dicho de manera simple, es lo majos que son. «Queremos que se lleven el mejor recuerdo de su vida», asegura un nervioso David antes de continuar con el show. El respeto de los hermanos por su público es mayúsculo, y viceversa. Todos los presentes se saben la grandísima mayoría de las letras, especialmente las de su primer LP, y cada vez que les dejan a ellos cantar lo hacen de forma atronadora.

Llegamos a la mitad del concierto y ya han sonado ‘El run run’, ‘Ya no me acuerdo’ y ‘La raja de tu falda’. Es aquí cuando llega su pequeño homenaje al flamenco y la rumba. Junto a su genial grupo y la cantaora Conchi Heredia, los Muñoz se dan un capricho recreando una jam de bar que también sirve como parón instrumental: «Nos vamos a beber una cerveza y nos da igual la marca mientras esté fría», suelta David. Esta sección termina con ‘El del Medio de los Chichos’. Musicalmente, una de las más impresionantes de la noche. A falta de 20 minutos para el final solo suenan clasicazos, culminando con la coreada colectiva de ‘Paseo’. Antes de poner la guinda final con ‘Como Camarón’, anunciaron que se venía un «momento moñas» en el que se pusieron serios por un instante y agradecieron a todo su público, no solo a los que estábamos ahí, el apoyo que han recibido siempre. También dejaron caer que volverían dentro de poco con «un disco, un libro, una película…». ¿Os imagináis una película de Estopa? Yo tampoco, pero seguro que la vería.
Fue el finalazo que merecía una jornada redonda y llena de diversidad, tanto en las actuaciones como en el público. La Guitarra Coral de Yerai Cortés es un show que claramente está construido para ser disfrutado al máximo en una sala más íntima, pero el guitarrista alicantino y su equipo de 6 coristas lo hacen funcionar. Eso sí, nunca podrás hacer que haya silencio absoluto en un escenario que pilla de paso al espacio principal del festival. Eso que decía C.Tangana en su documental de que Yerai agrada tanto a los modernos como a los más puretas se entiende perfectamente al experimentarlo en directo.

Desde el comienzo con la intensa ‘Romance’, el ritmo del concierto es muy actual, con momentos de verdadero frenesí intercalados con otros más contemplativos. A la vez, lo que suena es un regreso directo a la sensibilidad más clásica. Aunque el espectáculo no tendría el mismo impacto sin su maravilloso equipo de coristas, Yerai es el que vende el show, y no solo con la guitarra. Es evidente en sus instintivas expresiones el inmenso sentimiento que pone en cada punteo o rasgueo, y así, su alegría y pasión son totalmente contagiadas al público.
Algo parecido ocurrió con la naturalidad y el desparpajo de Bebe, que apareció en el escenario justo a la llegada del atardecer y delante de una gran audiencia. La confianza de la artista valenciana es tal que no le importa interpretar temazos tales como ‘Malo’ o ‘Ella’ en la mitad del set. La fusión de flamenco-pop con blues, rumba y toques electrónicos casaba a la perfección con el fresco clima que regalaba esta segunda jornada. Ella, envuelta en una americana rosa, es la reina absoluta del escenario y, como tal, tiene a su disposición un trono de mimbre. El de Bebe, evidenciado en temas tan satisfactorios como ‘Con mis manos’, fue un concierto de unión. Y se puede decir lo mismo del divertido recital ska y reggae de Madness, lleno de diversión para todos los públicos.

La banda británica, completísima y abundante en vientos, comenzaron su particular desfile de hits con ‘One Step Beyond’. Desde los primeros momentos, el carisma del cantante Graham McPherson, con una voz hasta arriba de reverb, y del saxofonista Lee Thompson, es más que evidente. Debe ser uno de los grupos que yo haya visto que más se fije en el público que tienen justo delante. Thompson, en concreto, no para de hacer bromas con las personas de la primera fila y son exclusivamente para ellos. No es parte del show, sino del momento. McPherson, por otro lado, no para de hacer gala de su exquisito humor británico: «Sé que algunos de vosotros habéis venido a ver a Oasis», suelta entre canciones. En un momento dado, ambos interactúan con unas niñas que acompañan a sus padres en la primera fila: «Educaos o acabaréis como este», suelta el vocalista, señalando a Thompson. Asimismo, también hay hueco para arrojar luz sobre lo que más importa, como en ‘Wings of a Dove’: «¿Qué hay divertido en la paz, el amor y el entendimiento? Viva Palestina libre», denuncia McPherson.
La solidez del repertorio de Madness es más que evidente con temazos como ‘NW5’, la preciosa ‘It Must Be Love’, que conectó a todo el recinto, o ‘My Girl’. Sin embargo, lo que realmente eleva al grupo es su absoluto respeto a los que hicieron posible que la música que tan profundamente aman llegase a sus manos. Así aparecen en el setlist canciones como ‘The Prince’, un divertidísimo homenaje a Prince Buster, y la maravillosa versión de ‘The Harder They Come’ de Jimmy Cliff, que llegó al auditorio como un torbellino de alegría desmedida. ‘Our House’ quizá fuese la canción más esperada, pero Madness demostraron que tienen mucho más que ofrecer.

Río Babel firma un exitazo total con el cambio de recinto. Su amplitud ha permitido que hubiese barras en cualquier punto del recinto, incluidas las gradas del anfiteatro. Lo mismo con los baños, estando habilitados en todo momento. El transporte desde Rivas, en forma de lanzaderas, no dio ningún dolor de cabeza e incluso resultaba tan efectivo que conseguí dejar el recinto un poco antes de lo previsto durante ambas jornadas. El festival también ha ganado la lucha contra el calor, que se presentaba como uno de los mayores retos de esta edición, y no les ha cogido por sorpresa en ningún momento. Bravo.