¿Estrés, ansiedad o dispersión? Los aromas pueden ser la solución

Contra el estrés y la ansiedad, aromaterapia

Hay pocas referencias tan claras y visuales de la capacidad que tienen los olores para generar emociones y para conectarnos con los recuerdos como el fragmento de la magdalena de Proust que aparece en la novela Por el camino de Swann. En él, el escritor francés Marcel Proust narra cómo, en un día de abatimiento, el olor de la magdalena recién hecha le lleva de un salto hasta los veranos de su infancia en Combray para empaparle de una bella nostalgia que cambia su estado de ánimo.

Esta relación de las emociones con el olfato encuentra su explicación en el campo de la neurociencia, aunque, como afirman los expertos, la forma en que ocurre esta reactivación estímulo-memoria sigue siendo solo parcialmente comprendida. Pero lo cierto es que prestar atención al olfato es abrirse a una nueva dimensión, tal y como sostiene la neurocientífica Nazareth Castellanos, quien investiga la neuro-plasticidad del cerebro al tiempo que su marido destila plantas aromáticas.

Todo empieza en el cerebro

A base de oler los aceites esenciales que le mostraba su marido, Nazareth descubrió los interesantes estímulos que estos aromas provocaban en el cerebro. Así, cuando olemos algo hay muchas partes de nuestro organismo que se ponen a trabajar. Por un lado, está la amígdala, que es la estructura del cerebro que relaciona las emociones y la que nos dice si algo nos gusta o no, o la que nos conecta con un recuerdo. Por otro, estaría el bulbo olfativo, que es la puerta que utiliza el olfato para llegar al cerebro y, sobre todo, a la parte más emocional, el sistema límbico. Aquí reside la explicación de que unos olores puedan calmarnos, porque inhiben la amígdala y, por lo tanto, controlan la capacidad de ponernos nerviosos.

En tercer lugar, estaría el secuestro amigdalino, que ocurre cuando la amígdala toma el control de diferentes partes del cerebro. En estos casos solo veremos lo que ella quiere que veamos, es decir, si estamos enfadados, la amígdala se excitará mucho y provocará que en ese estado solo encontremos razones para confirmar por qué lo estamos. De ahí que la neurociencia estudie formas de inhibir la amígdala, ya que lograrlo significa relajarse y calmarse. Y de ahí el valor de la aromaterapia para facilitar este trabajo.

Aromaterapia para conectar con el mundo y con nosotros

Castellanos anima a ‘oler la vida’ con la finalidad de entrenar el procesamiento de las emociones. Así lo lleva haciendo la humanidad desde hace más de 3.500 años a.C. cuando se comienzan a utilizar los aceites aromáticos en rituales religiosos, en la sazón de las comidas, la medicina, la perfumería o para enmascarar malos olores. El enfoque clínico de la aromaterapia se siguió desarrollando en Francia y en 1969 Maurice Girault creó el aromatograma.

La aromaterapia es el uso médico de esos aceites esenciales, que, a su vez, “son extractos muy concentrados que se obtienen de plantas aromáticas por destilación, por arrastre de vapor o por presión en frío de las cáscaras”, explica Aroa Bajo, directora de marketing en Pranarôm España. Estos aceites pueden servir como solución, alternativa o complemento a un amplio abanico de patologías, y se podrán administrar por diferentes vías (tópica u olfativa) en función de la acción terapéutica que se esté buscando. Pero Aroa recuerda que siempre debemos asegurarnos de que las moléculas terapéuticas no se dañan en ningún momento para no alterar su función, de ahí la importancia de la calidad y la dosis recomendada.

A cada estado, su olor

Los aceites esenciales pueden aportar y ayudar sobre todo nuestro sistema nervioso. Tal y como afirma Nazareth Castellanos: “El día que prestas atención a tu olfato es como si hubieras estado ciego y de repente abrieras los ojos, descubres una nueva dimensión”. Los hay con acción calmante, ansiolítica, relajante, que favorecen las funciones cognitivas de la concentración o de la memoria, y también estimulantes.

Pero ¿a cuál acudir en cada uno de los casos? Aroa nos da la respuesta:

Estrés y/o ansiedad: Lavanda, una panacea universal, o mandarina, que tiene grandes propiedades relajantes y calmantes. Puede administrarse en difusión (5-10 gotitas) o por vía olfativa, y es apto para todo el mundo.

Concentración: Salvia (un dicho provenzal dice que “quien tiene salvia en su jardín, no necesitará al médico”), hojas de lavanda o menta piperita. Su administración es idéntica que en el caso anterior.

Dolor: Gaulteria o siempreverde nepalí (apto a partir de los seis años, nunca durante el embarazo o la lactancia, y siempre vehiculizado) o jengibre. Alivian los dolores musculares asociados al agotamiento físico, el dolor de espalda, la artritis y cualquier problema musculoesquelético, ya que relajan los músculos y disminuyen la inflamación de las articulaciones y tendones. En este caso lo más indicado es diluir 3-4 gotas previamente en un aceite vegetal para favorecer la extensión.

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