No es una victoria, es una paliza. Europa manda por 11,5 a 4,5 puntos frente a Estados Unidos después de la segunda jornada de la Ryder Cup de Nueva York. El marcador es tan aplastante como la sensación de superioridad de los golfistas europeos frente a los norteamericanos, impotentes y envueltos al final del día en un clima de tensión por los ánimos encendidos de la grada y algún que otro enfrentamiento personal. Los siete puntos de renta son la mayor ventaja que ha disfrutado nunca un equipo después de los duelos del viernes y el sábado y desde que la cita se disputa con estos contendientes (con golfistas europeos no solo británicos; 1979), por encima de los seis que coleccionó Europa en 2004 y el mismo registro de Estados Unidos en 2021. Los jugadores que capitanea Luke Donald solo necesitan este domingo 2,5 puntos en los 12 duelos individuales para retener el trofeo conquistado en Roma en 2023. Los hombres de Keegan Bradley buscan un imposible. Jamás se ha producido una remontada como la que precisan este domingo los norteamericanos. Estados Unidos volteó cuatro puntos en 1999, igual que Europa en el milagro de Medinah 2012.
Otro registro inédito. Nunca Europa había ganado las cuatro sesiones (ni siquiera tres) en suelo estadounidense. En Nueva York conquistó el viernes los foursomes (golpes alternos) y los fourballs (mejor bola) y repitió este sábado en ambas modalidades para un parcial de 6-2 en la jornada. En los choques de la mañana, Rahm y Hatton vencieron por 3&2 (tres hoyos de ventaja con dos por jugarse) a Schauffele y Cantlay, igual que McIlroy y Fleetwood a English y Morikawa, MacIntyre y Hovland emergieron contra Henley y Scheffler, uno arriba, y DeChambeau y Young otorgaron a los chicos de rojo el único punto, 4&2 contra Fitzpatrick y Aberg. Por la tarde, McIlroy y Lowry ganaron 2 arriba a Thomas y Young, Fleetwood y Rose vencieron 3&2 a Scheffler y DeChambeau (dramático el ejercicio del número uno mundial), perdieron Rahm y Straka contra Spaun y Schauffele, 1 abajo, y Hatton y Fitzpatrick derrotaron 1 arriba a Burns y Cantlay.
Los ánimos se caldearon en exceso en Nueva York por la tarde de este sábado, cuando la cerveza había inundado ya más de un espíritu. McIlroy mandó callar varias veces al público cuando los gritos no cesaban en el momento de patear y se convirtió en el centro de los insultos y los malos modos hasta el punto de que la organización tuvo que reforzar la seguridad en su encuentro y el estadounidense Justin Thomas debió pedir respeto para su colega. El norirlandés respondió celebrando cada victoria parcial con efusividad y encarándose con la grada local. Los límites se sobrepasaron cuando le tiraron un vaso en el hoyo 16.

No fue el único altercado. DeChambeau demostró malas pulgas al cruzar unas palabras subidas de tono con Justin Rose después de que el inglés recriminara al caddie del norteamericano que le había molestado en la lectura de un putt. “Los espectadores estaban un poco más intensos, sí, sabíamos que iba a pasar. A mí me han dicho un poco de todo, a veces cosas un poco personales, pero era lo que esperábamos”, expresó Rahm sobre el ambiente.
Fue una jornada de muchas emociones y en la que el español dejó un golpe de genio en los foursomes en el par tres del hoyo 8, un chip desde fuera del green, con los pies en el búnker y la bola casi a la altura de las rodillas. “¡Por Seve!”, gritó un aficionado antes de su golpeo. El resorte emocional, la memoria histórica, y Rahm que revivió al maestro y mandó la bola dentro.
La diana situó uno arriba a la pareja europea. Ya no soltaron la presa. Europa repitió las parejas de foursomes que volaron el viernes. Lo que funciona no se toca (es un 13-3 a su favor entre las dos últimas Ryder en esa modalidad). Estados Unidos conservó casi el mismo molde (entró Young como pareja de DeChambeau en lugar de Thomas) pese a que en su caso los malos resultados sí podían anticipar una revolución. Rahm, claro, saltó de nuevo al césped con Hatton. El español y el inglés son una pareja casi invencible. Hatton firmó un máster en salvar putts y Rahm marcó un punto de inflexión con el museístico bingo del hoyo 8. “He sido agresivo, el contacto ha sido muy bueno y el bote ha sido perfecto”, explicó. Testigos de su ronda eran Michael Douglas y Catherine Zeta-Jones. Son las postales de una Ryder en Nueva York.
Seis foursomes ha jugado Jon Rahm en cuatro ediciones y seis victorias brillan en su palmarés, cuatro con Hatton y dos con Sergio García. El 6-0 emparenta al español con Fleetwood, dueño del mismo registro. Y el gran rendimiento del vasco con Hatton les sitúa en la estela de la mejor pareja de la Ryder en este tipo de juego. Quién si no, Seve y Olazabal, 6,5 puntos mano a mano. La hoja de servicios la emborronó ligeramente Rahm con la derrota con Straka en los fourballs ante Spaun y Schauffele al perder los dos últimos hoyos.
Y en el bando contrario, un gran derrotado, el número uno del mundo, Scottie Scheffler. El jugador que domina con puño de hierro en los últimos años, ganador de dos grandes este curso, ha perdido sus cuatro partidos en esta Ryder, dos foursomes con Henley y dos fourballs con Spaun y DeChambeau, y su registro histórico en el torneo es de dos victorias, tres empates y seis derrotas. Ya en Roma terminó entre lágrimas después de caer por 9&7 con Koepka frente a Aberg y Hovland, la mayor diferencia en un duelo de foursomes en la historia de la Ryder, y en Nueva York volvieron a aflorar las mismas sensaciones después de no sumar ni un solo punto.

Los mejores golfistas del mundo no son necesariamente los mejores en la Ryder. Tiger Woods es el mejor ejemplo. El ganador de 15 grandes, un competidor superlativo en solitario, era un jugador terrenal cuando se trataba de actuar en equipo. Así lo reflejan sus estadísticas en ocho participaciones en esta competición: 13 partidos ganados, tres empatados y 21 perdidos. En más de la mitad de las ocasiones, el Tigre fue derrotado. Ese fantasma persigue a Scheffler, el reflejo de un equipo de Estados Unidos devorado por Europa.