En Yo era un chico (Ed. Sexto Piso), la autora Fer Rivas (Barcelona, 1994) se decide a contar en primera persona lo complicado de una infancia y adolescencia junto a un padre con el que nunca llega a forjar una relación profunda. Ni siquiera en el día de su muerte, el momento que sirve como arranque a esta novela debut desgarrada y dolorosa en la que la identidad sirve de hilo conductor de una historia en la que se entremezclan pasajes de la vida en casa con otros que suceden fuera. “Ha sido intensamente catártico. El proceso de escribir el libro me ha cambiado en muchos sentidos la vida. La escritura es profundamente reveladora y yo comencé porque se me había enquistado el duelo por la muerte de mi padre. Había huido de su figura y me di cuenta de que eso, huir, no me estaba ayudando a pasarlo”, comparte la autora y dramaturga a su paso por Madrid para presentar la traducción de su primera novela. Jo era un noi, la versión original escrita en catalán, se publicó en Angle Editorial el pasado 12 de febrero. “A la vez que escribía el libro el duelo iba a la par y a medida que iba avanzando construía la narrativa de quién era mi padre, mi origen, la conciencia de clase que yo nunca había tenido en mi familia… Me di cuenta de muchas cosas que yo no había vivido. La escritura fue mágica porque al empezar a escribir desde el yo, el proceso me evocaba recuerdos que tenía bloqueados y a los que no había podido acceder”, continúa. “El libro, como artefacto, te permite detener el tiempo, ir a los sucesos y analizarlos con una precisión que otros objetos culturales no te permiten”.
Una descripción de una infancia queer que resuena en todos aquellos que no encajaban en la norma en sus primeros años de vida. La vergüenza, el miedo y la desesperanza de los que siempre se sintieron diferentes. “Mi obsesión era escribir aquel libro que en el momento heavy hubiera necesitado. Si mi Fer del pasado hubiera tenido la oportunidad de leer esto, el mundo hubiera sido distinto. Era necesario que a la gente que esté pasando por esto le pueda abrir la perspectiva para ver que hay mucho mundo ahí fuera”, explica la autora sobre por qué lo que se lee en Yo era un chico resuena en las vivencias de tantas personas. “Me está sorprendiendo mucho porque más allá de lo colectivo, hay muchos hombres que se sienten profundamente identificados con la historia que se cuenta aquí. Eso es muy bonito porque es algo que se cuenta en el mismo libro; la masculinidad, tal y como está construida, imposibilita mucho una relación sana paternofilial. Es algo que tenemos que empezar a hablar y verbalizar”, apunta. “Ahí empezamos a construir la idea de masculinidad y por eso es algo que tenemos que atacar en ese momento. Se construye un paradigma que cada vez nos está representando menos a todas, nos da más problemas que soluciones y vemos que está haciendo aguas por todos lados. Creo que todas, quien más quien menos, tenemos que empezar a replantearnos esto porque no nos hace ningún bien”, continúa. “Incluso los hombres heterosexuales, cis y más normativos tienen una carencia emocional por la figura del padre. Hay muchos que no tienen una buena relación con él o han desarrollado mucho trauma y herida en ello. Se reproduce de nuevo con las demás relaciones. Me parece guay porque quería con el libro no solo contar una historia LGTBI, que no quiero empequeñecer porque es muy importante, sino una universal porque creo que tenemos derecho las voces queer a ocupar todos los lugares”.