Gestionar la impotencia y cuidar la salud mental
Vivimos tiempos difíciles, días horribles siendo testigos de la mayor catástrofe natural de la historia reciente de España a causa de la DANA que ha azotado de manera especialmente dura a varias localidades valencianas. Familias rotas, calles destrozadas y un desafío sin precedentes sin fecha prevista de fin. La prioridad absoluta es la atención a las víctimas y a sus familiares desde todos los frentes, el psicológico también. Sin duda, nos encontramos ante una situación durísima en la que es importante aprender a gestionar esa impotencia que ocasiona la sensación de no poder hacer nada. Una impotencia que afecta a todos, también a los que observamos con dolor desde la distancia todo lo ocurrido. Todo ello en un clima incierto –en el que la sobreinformación y la desinformación también juegan en nuestra contra– en el que la solidaridad en todos los aspectos se vuelve fundamental.
Trabajar los pensamientos negativos que tenemos todos en estos momentos es fundamental para no crear más incertidumbre y para poder buscar soluciones efectivas entre todos. “Lo importante en estos momentos es centrarse en lo realmente efectivo, para recuperar la normalidad lo más pronto posible, huyendo de rumores o noticias no contrastadas. No es momento de echarse las culpas unos a otros, tenemos que saber que hay personas que están sufriendo, y que necesitan ayuda física y psicológica, y esa sólo la conseguimos si ofrecemos noticias positivas y proactivas debidamente contrastadas, y así aportarles cierta seguridad en estos momentos de confusión y sufrimiento”, explica José Elias, psicólogo y fundador del centro que lleva su nombre.
Hablamos con varios psicólogos para dar con ciertas recomendaciones que nos ayuden a controlar la impotencia en tiempos inciertos, y a poder ayudar desde la distancia, contribuyendo a un clima estable que ayude a superar a los afectados todos estos momentos tan complicados. “Recordemos que, aunque nos sintamos pequeños frente a una situación tan grande, cada pequeño gesto cuenta”, adelanta la psicóloga Pilar Guerra Escudero. Por tanto, centrarnos en lo que sí podemos hacer y no castigarnos por lo no que no podemos hacer es fundamental.
La importancia de escuchar (y proteger nuestras emociones para poder ayudar)
En estas situaciones en las que no podemos intervenir directamente, señala Guerra, es humano sentirse angustiado. “Es importante validar nuestros sentimientos de impotencia y ansiedad. Negarlos solo los hará más fuertes. Sin embargo, es útil recordar que la empatía es positiva, pero no debemos asumir el dolor de los demás como nuestro propio peso”, señala. Elías, insiste en ello precisamente porque para poder ayudar es importante proteger las emociones propias. “Es muy importante ayudar de forma psicológica y la mejor forma de realizarlo es siendo empáticos con las personas que han sufrido esta tragedia, aportando cercanía con su forma de pensar, pero con cierta distancia emocional, para que puedan tener un descanso de sus pensamientos reiterados sobre su trágica situación. Tenemos que empatizar con las personas que sufren la tragedia, poniéndonos en su lugar, pero siendo ecpáticos, es decir, protegiendo nuestras propias emociones, para así podamos ofrecer ideas que le ayuden a salir de su monólogo interno negativo”. Además, añade la psicóloga Amagoia Eizaguirre, “practicar la solidaridad emocional en nuestro entorno, escuchando a aquellos que se sienten angustiados y brindándoles un espacio para desahogarse, es una forma poderosa de colaborar”.
Ser parte de la recuperación sin sentir culpa por no estar allí
Alejandro Pereira, psicólogo clínico y fundador de la plataforma de salud mental para empresas MENTELEM, insiste en algo fundamental para todos a la hora de controlar esta impotencia que sentimos. “Lo importante es ayudar siendo parte de la recuperación, pero eso no significa necesariamente estar presencialmente allí. No hay diferentes categorías de ayudas, lo importante es hacerlo en la medida de nuestras posibilidades, sentir que se está formando parte de la solución de la forma que sea. No solo se ayuda estando allí físicamente. También yendo al banco de alimentos del barrio, por ejemplo. Y las personas que no pueden estar allí, por las circunstancias que sean, no tienen que sentirse mal”, explica el experto, que vive en Valencia y está viendo cómo ese sesgo de proximidad está afectando especialmente a la gente que vive más cerca de las zonas implicadas con sensaciones contradictorias.
Nuestra responsabilidad a la hora de compartir información ayuda mucho
Por desgracia, en situaciones de catástrofe como estas, y más en la era de las redes sociales, la desinformación y los bulos están ahí complicando mucho más las cosas, sobretodo a las víctimas, que escuchan aterradas informaciones no veraces que alimentan aún más la incertidumbre y la ansiedad que padecen. “La información que compartimos, especialmente en las redes sociales, tiene un gran poder. En momentos de crisis, es fundamental ser responsables con lo que difundimos. La desinformación puede generar pánico y confusión, mientras que difundir rumores o noticias falsas puede revictimizar a quienes están sufriendo. Además, la información sesgada o manipulada puede exacerbar las divisiones sociales y dificultar la búsqueda de soluciones”, señala Guerra Escudero. Además tal y como insiste, Eizaguirre, “difundir datos imprecisos o dramatizados contribuye a un estado de alarma que puede desbordar emocionalmente a las personas, dificultando que procesen y manejen sus propias emociones. Por eso, es una responsabilidad personal y colectiva filtrar, verificar y difundir únicamente información que esté basada en hechos contrastados, manteniendo un tono de apoyo y calma”.
Dosificar la información que consumimos
A nivel individual, también es importante, señala Guerra, “establecer límites emocionales saludables y permitirnos pausas de las noticias para cuidar nuestra salud mental”. Eizaguirre, de hecho, explica que nuestro cerebro “no está diseñado para procesar un volumen constante de estímulos negativos, y cuando lo intentamos, es frecuente que desarrollemos síntomas como angustia, fatiga mental y desorientación”. Por eso, por el bien de todos, es importante dosificar la exposición mediática y practicar la responsabilidad personal a la hora de compartir información. Lo que sí es de gran ayuda, puntualiza Eizaguirre, “es compartir mensajes de ánimo y de apoyo emocional en redes sociales, procurando ser una voz calmada y positiva en lugar de contribuir al ruido informativo”.
Colaborar ayuda a los afectados (y contribuye al bienestar general)
Afortunadamente, la solidaridad está siendo la otra cara de la moneda en esta situación. Y se puede practicar de muchas maneras. “Encontrar formas de ayudar a nivel local es importante. Si no podemos ayudar directamente en las zonas afectadas, podemos buscar organizaciones locales que necesiten voluntarios o donar bienes o dinero”, explica Guerra. Además de los beneficios obvios que tendrá en la zonas afectadas esa ayuda, también influirá positivamente a sobrellevar esta angustia de forma individual. “Ayudar en momentos de crisis no solo es un acto necesario para la comunidad afectada, sino también una fuente de bienestar emocional para quienes colaboran. La psicología ha demostrado que los actos altruistas pueden generar un impacto positivo en el estado de ánimo. Cuando ayudamos a otros, el cerebro libera sustancias como la oxitocina y las endorfinas, relacionadas con la conexión social y la satisfacción personal. Este tipo de apoyo es especialmente reconfortante cuando sentimos que contribuimos a la resiliencia colectiva, lo cual fortalece nuestro sentido de pertenencia y de propósito. Además, en situaciones como esta, el poder contribuir activamente también ayuda a mitigar la sensación de impotencia que muchas personas sienten al ser testigos de una catástrofe”, señala Eizaguirre.
La importancia de autocuidarse (y no sentirse mal por ello)
Es normal sentir culpa por estar viendo esta situación y, al mismo tiempo, continuar con nuestra vida. Es humano, pero los psicólogos insisten en que hay que seguir. “Es importante seguir haciendo cosas que nos hagan sentir bien. Ante estas situaciones hay cierta culpabilidad por sentirnos bien o, incluso, por reírnos, pero no tiene que ser así. Eso tampoco ayuda”, afirma Pereira. También es importante, aclara Guerra, “practicar el autocuidado. En estos casos, algo que ayuda es enfocar nuestra energía en lo que sí podemos controlar. Practicar técnicas de respiración profunda, hacer ejercicio físico y dedicar tiempo a actividades que nos relajen pueden ser maneras de reducir la ansiedad”. Y concluye Amagoia Eizaguirre: enfocarnos en actividades personales que nos den serenidad, como la meditación, la lectura, escuchar música, el contacto con la naturaleza, desconectar de la tecnología o el ejercicio… Nos ayuda a gestionar nuestra propia incertidumbre y a estar emocionalmente disponibles para quienes puedan necesitar apoyo”, concluye.